43° "Tropas frente al bosque"

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Mientras caminaba por los pasillos de la fortaleza vestida con la armadura del general Minotauro y el yelmo bajo el brazo, quise imaginarme otra situación. Habría sido muy feliz de portar tan grande honor sobre mis hombros, pero nunca me imaginé que sería en una situación tan espantosa.

Una parte de mí me culpaba por querer escapar de algo imposible, pero la otra, no dejaba de luchar.

Bajo toda la magnificencia de mi vestimenta mi cuerpo temblaba, ningún tipo de armadura me podía proteger mi propia inseguridad.

Me repudiaba a mí misma. Había llegado a ser comandante en la guardia Roja, había sido la segunda de las dos únicas mujeres que se vestían de color escarlata. Pelee una batalla en bahía barrancas, enfrente salteadores, escape de las garras de la muerte en Galacia y llegue a Laguna del cofre con vida. Había logrado muchas cosas, y a pesar de todo, tenía miedo.

El rechinar de las cadenas de la puerta principal invadió el solitario corredor como una canción lejana y extraña. Me detuve en un ventanal a observar a la caballería de Lord Samar cruzar el puente con estruendo y las piernas me temblaron.

- ¿Qué pasa? –

Pregunto Alejandro. Ni siquiera me percate de donde había salido.

Le vi, y una agitación me ataco el pecho.

- Estás asustada –

Afirmó.

- No puedo hacer esto –

Balbucee con la voz quebrada. De pronto tenía ganas de salir corriendo por la dirección opuesta.

- Ho no, ni se te ocurra – dijo él quitándome el casco con delicadeza – No te vas echar a llorar con esto puesto –

Intenté sonreír, pero mi sonrisa se desvaneció como niebla.

- Castor nació del valor y yo soy una cobarde, te mereces un adalid más valiente que yo –

Las puertas de la muralla empezaron abrirse, las voces de los Palestres, el sonido de los cascos y el acero resonaron en toda la laguna. Mi abuelo y mi padre aparecieron por el puente que llevaba al primer patio de entrenamiento. Los cuernos anunciaron la salida del ejército, gente corría de un lado a otro.

Mi corazón empezó a latir demasiado rápido.

- Mírame –

Alejandro alargó la mano, me hizo verle tomándome de la barbilla.

- La persona que no le teme a nada no es valiente, es estúpida, ser valiente no significa no tener miedo, significa nunca ceder a pesar de tenerlo – Alzó el yelmo y me lo puso con suavidad en la cabeza – El miedo es lo que nos mantiene con vida –

- Pensé que lo que me mantenía con vida eras tú –

Alejandro me abrazó, acto que me tomo por sorpresa.

- Si me necesitas, solo tienes que pedirlo con todo el corazón –

Me susurró al oído.

No podía sentir la calidez de su cuerpo con tantas capas de acero encima, pero lo imaginé, y me lleno de paz.

Quería que fuera conmigo, quería tenerlo cerca porque su presencia me daba valor, pero al mismo tiempo no podía permitirlo. Sabía que su propósito era protegerme, pero eso no significaba que yo no pudiera protegerlo también.

Camine hasta la puerta principal con él a mi lado, cuando el sol de la mañana me rozó la cara por entre el yelmo, el mundo pareció más pequeño.

Cuna De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora