3° "La plaza de las fuentes"

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El mercado de Palas es el tercero más grande de todo Perles, precedido por el de Bahía Barrancas y Filis en tierras verdes. Consiste en doce calles enteras que se prolongan al horizonte llenas de coloridos puestos y comerciantes falaces.

En una de las calles más cercanas a la muralla del castillo entre el bullicio y las carpas se alza una cancela grande de madera, dentro se encuentra un patio espacioso con fuentes, rodeado de casas modestamente lujosas. La nuestra es la segunda al fondo.

Crucé el patio de las fuentes a zancadas y subí las escaleras ataviadas de enredaderas quemadas por el frío. Linlin fue la primera que me recibió cuando abrí la puerta. Se colgó de mí de un salto, la cargué solo un rato, ya tenía ocho y estaba algo pesada.

- ¡Has vuelto! ¡Has vuelto! –

Gritaba jubilosa.

- Pensé que no volvería a verte hasta dentro de un siglo –

Dijo Martha, asomando desde la cocina en total silencio con un delantal y un vestido lleno de hollín, aún no sabía encender el fuego limpiamente.

- Que rápido me pierdes la fe –

Le respondí sin levantar la vista.

- Es posible –

Respondió encogiéndose de hombros.

Martha era mi hermana, pero en sus ojos y palabras había tanto desdén hacia mí que se sentía mucho más gélido que el aire de invierno que corría afuera. No la culpaba, yo sabía por qué.

- ¿Dónde está papá? –

- En el taller desde la mañana –

- ¿ha preguntado por mí? –

- La revuelta de la madrugada lo despertó, se indago con los vecinos sobre lo que había pasado y dio por sentado que no vendrías durante un buen rato como siempre–

- Ya veo –

Me acurruque frente a Linlin quien veía mi reluciente coraza rojo oscuro con ojos bien abiertos.

- Ayuda a Martha a preparar la comida ¿está bien? –

Ella movió energéticamente la cabeza y corrió a la cocina.

Crucé el recibidor y el siguiente pasillo junto a las escalaras para salir al corredor principal en donde estaba el enorme taller de papá, a orilla de la calle que estaba justo al otro lado de por dónde llegué.

Cuando mi madre murió, mi padre, completamente obstinado a no dejar nuestra educación en manos de una preceptora, tuvo que dejar su puesto como segundo ministro del rey Moon para cuidar de nosotras y se convirtió es un importante comerciante. Era dueño de un próspero negocio de cerámica y alfarería; tenía varios talleres en tierra mar del sur y tierras verdes.

Mi padre había abandonado su hogar en tierras perdidas para servir al Rey Moon por recomendación de Oberón Kapoor, eso lo supe por mamá, ella me conto que el príncipe Oberón y mi padre eran muy buenos amigos, incluso fue preceptor en la boda de mis padres justo antes de la muerte de su esposa embarazada y el inicio de su perdición. Papá lucho incansable durante doce años por encontrarlo cuando desapareció en una expedición a las colinas nevadas en tierra mar del norte. Le costó mucho superar la perdida.

Eso sí lo recuerdo, cuando comunicaron al reino que se había dado por muerto al Príncipe Oberón, papá parecía siempre estar pesaroso. Luego murió mamá y dejó de ser segundo ministro. Cuando dejó ese oficio mi abuelo esperaba que volviera a la casa Ethan en Laberinto, pero no lo hizo, no tenía mucha obligación de hacerlo, era el segundo de dos hermanos varones y hasta donde yo sabía entre él y el tío Kendal no había una muy buena relación. Trataban de evitarse lo más que podían. Yo no me metía en sus disputas, el tío Kendal era bueno con nosotras.

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