Capítulo 24

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Regreso al trabajo el mismo día en que llegamos a Alemania, pues Friedrich me manda un mensaje justo cuando bajo del avión diciéndome que me extraña y necesita mi ayuda en el hotel, con un par de clientes malhumorados.

—¡Mi salvadora! —exclama en el momento en que me ve cruzar la entrada.

—¿Qué sucede? —pregunto. Realmente no estoy muy contenta de regresar al trabajo, a pesar de que el viaje fue corto, fue el peor viaje de mi vida, había una señora a mi lado con un bebe de meses que no dejaba de llorar y en el asiento de adelante otro bebe llorón y en el asiento de atrás, otro más.

—Se trata de la señora Müller, no quiere que le ofrezcamos una suite que no es recomendada por ti y hay un par de clientes que están disgustados por las sábanas color carmín —me pone al tanto de las cosas.

—¿Color carmín? —pregunto, frunciendo el ceño. Antes de irme las sábanas aquí eran blancas, no carmín.

—A Heinrich se le ocurrió de último momento —aclara, por qué son de ese color ahora—. Está considerando remodelar todo el hotel.

—¿Hablas en serio?

Asiente.

—Tan serio como que estoy a punto de suicidarme si no solucionas esto rápido —dice. Intento poner una sonrisa en mis labios y pedirle que me explique todos los planes que Heinrich ha tomado en mi ausencia, después de que estoy al tanto y he comprendido cada uno de los extraños planes, me dirijo hacia los huéspedes con los que Friedrich ha estado lidiando todo este tiempo, me toma casi veinte minutos hacer que los clientes comprendan el motivo por el cual las sábanas ahora son de color carmín, y como siempre tenemos que brindar un buen servicio y no estoy con humor suficiente de discutir, decido pedirle a una de las mucamas que cambien las sábanas nuevamente por las de color blanco, con la señora Müller, me temo que es una situación diferente, pues ella sigue empeñada en discutir con Friedrich.

—¿Sucede algo señora Müller? —pregunto en el tono más amable que me es posible, la señora Müller dirige su mirada hacia mí y sonríe.

—¡Leigh, que sorpresa! —dice, intento poner una sonrisa similar a la de ella, y una rápida mirada hacia mi compañero, me confirma que está aliviado de que yo esté presente—. Me han dicho que ya no estabas aquí, creí que habías renunciado o algo similar, y les dije que me negaría a tener una nueva habitación si tú no me la ofrecías, era mi manera de decir que te quería de vuelta en el hotel, veo que ha funcionado.

Me es inevitable sonreír, una sonrisa sincera, de todos los clientes que he conocido en el hotel, la señora Müller es una mujer especial, claro, a veces saca de quicio a todos, pero es una de las mujeres más sinceras que he conocido.

—Aprecio mucho su comentario, señora Müller —contesto, manteniendo mi sonrisa—. Lamento decirle que no he renunciado aún, creo que me seguirá viendo aquí en el hotel por un tiempo más.

—Eso es fabuloso —dice contenta—. ¿Puedo saber por qué no has estado aquí?

Caminamos hacia la recepción y me poso detrás del mostrador, hay un desorden en el escritorio que tendré que ordenar más tarde, me apresuro a registrar los datos de la señora Müller en el registro de huéspedes y busco la suite disponible que Friedrich le había ofrecido.

—Estuve en París —digo terminando de llenar los datos.

—Ah, París —dice con curiosidad—. ¿Visitando la ciudad del amor con algún enamorado tuyo?

Su pregunta me hace pensar inmediatamente en Theo y recuerdo los días que compartimos juntos, recuerdo la noche en la torre Eiffel, los recorridos por la ciudad, la posada de Agatha, él y yo cocinando y nuestros besos.

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora