Capítulo 44

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—Me parece sorprendente que posean un comedor enorme para solo dos personas —me veo diciendo cuando volvemos entrar al comedor, Theo me da una mirada rápida y se detiene a un metro de distancia de una puerta que hay a un costado de la habitación.

—Lo es, y resulta más enorme cuando tienes que comer por tu cuenta.

Estira su brazo hacia mí para que yo tome su mano, vacilo por unos segundos antes de tomarla, me sonríe al hacerlo.

—Es por eso por lo que cuando papá no se encuentra por aquí, como en la cocina con el resto de los empleados.

Dicho esto, tira de mí para pasar la puerta que da a otro pasillo, que es uno corto y lleva a una segunda puerta.

Admito que me sorprendo por sus palabras, imaginé que la mayor parte del tiempo come en su habitación en vez que con el resto de los empleados, esa pequeña confesión me hace admirarle más. Los empleados se percatan de nuestra presencia en la puerta y dejan de hacer sus deberes para dirigir su mirada hacia nosotros, le ofrecen una cálida sonrisa junto con una reverencia antes de volver a sus deberes, sin soltar mi mano, se abre paso entre los muebles hasta llegar a una grande y larga mesa, donde hay un par de mujeres sentadas, que se sonrojan ante la presencia de Theo.

—Buenas noches, señoritas —les saluda con cortesía, ellas agachan la cabeza y responden de la misma forma. Un hombre que deduzco que debe ser el chef, se acerca a nosotros.

—Alteza, buenas noches, ¿vienen por el postre?

Me pregunto cuántas veces suele venir Theo a la cocina por postre u cualquier otro platillo, porque la pregunta del chef me resulta cómplice de que esto es habitual.

—Por supuesto, dos porciones de suflé de chocolate, por favor —contesta, soltando mi mano para acercarse a una silla, sacarla y hacerme una seña para que tome asiento, tímidamente lo hago, digo tímida porque me cohíbo al sentir la mirada de todos puesta en mí, a pesar de que ya he venido a la cocina con Stefan el día del baile, sigo siendo como una extraña aquí, Theo ajusta mi silla y se sienta a mi lado—. Le he comentado a la señorita que es el mejor Suflé de chocolate que está a punto de probar en su vida, así que mi querido Anthony, no nos decepciones.

Una sonrisa se posa en los labios del chef.

—Tenga por seguro que no lo haré, alteza.

El chef desaparece, las tres mujeres que están sentadas en la mesa sostienen tazas humeantes de lo que puede ser té, café o chocolate caliente, tienen las miradas fijas en sus bebidas y parecen apenadas por encontrarse sentadas en la mesa junto al príncipe, pero a diferencia de ellas, a él no parece incomodarle.

—Señoritas, ¿Qué tal ha ido su día? ¿Hay demasiado trabajo por el palacio hoy?

La voz de Theo es relajada y su sonrisa cálida que parece relajar el cuerpo de las tres mujeres, una mujer regordeta, de cabello castaño y algo canoso, se anima a responderle.

—Nada fuera de lo normal, alteza. —Es una respuesta seria y corta, que anima más a Theo.

—Sí, imagino que han de tener arduo trabajo fregando los suelos, ventanas y todo lo que mi padre y yo solemos ensuciar a menudo, me temo que somos sumamente desordenados —contesta. El sonido de una risita pequeña, proveniente de una niña pequeña al lado de la mujer que se animó a responder, hace que posemos su mirada en ella, el rostro de Theo se llena de asombro y la niña oculta el rostro detrás de la señora, quien debe de ser su madre. La pequeña no debe pasar más allá de los cinco años—.¡Ah, yo te he visto antes!

Le acusa Theo a la pequeña y ella vuelve a reír, le da una mirada rápida a su mamá y se esconde apenada. Todos los presentes miran animados al príncipe, incluyéndome.

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora