Capítulo 32

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Después de que Stefan se va del hotel, no tengo ningún rastro de Theo, tengo que decir que la intriga me consume durante gran parte del día porque todo el trayecto a casa voy pensando en qué puede estar tramando Theo, es intrigante y muero por saberlo.

Me sirvo una copa de vino y voy directo a mi habitación a beberla mientras enciendo el televisor para ver un maratón de películas, Heinrich nos ha dado el día de mañana a todos porque gracias a la noticia del baile, y a que es muy buen amigo del rey, los invitados de distintas provincias se estarán hospedando en el hotel de Heinrich y quería darle mantenimiento a las instalaciones, lo cual no me parece tan necesario, ya que el hotel siempre se encuentra en las mejores condiciones.

Tengo que decir que mi noche va mejorando después de que me veo las cuatro películas de Los juegos del hambre y sin duda han espantado mi sueño y como no puedo dormir, me pongo a limpiar el departamento, sí, cuando vives solo y envejeces cada día más, llegas al punto en que limpiar es agradable, aunque yo aún me considero joven. Termino de limpiar alrededor de las dos de la mañana y me acuesto a ver otro poco de televisión, ya mi cuerpo se siente pesado por el trabajo, el sueño está comenzando a llegar y debo quedarme dormida en algún punto de la madrugada porque por la mañana que despierto, el televisor sigue encendido.

Después de prepararme el desayuno y volver a mi ocio —verme otro maratón de películas porque no tengo nada que hacer en un día libre—, decido que es bueno tomar un poco de aire fresco, rara vez tengo descansos como este así que considero que es bueno aprovechar el día y salir un rato por mi cuenta. El lugar donde vivo es un área tranquila, decido salir de casa y recorrer las calles, hace tanto que no tengo oportunidad de dar un paseo por la avenida que he olvidado lo bonito que es recorrer Alemania por las tardes, incluso siento el impulso de rentar una bicicleta y dar un paseo en ella, tampoco recuerdo cuando fue la última vez que monté una, me dejo llevar por el impulso y me dirijo a uno de los parques más cerca que tengo y me formo en la pequeña fila que hay detrás de la máquina en la que depositas el dinero para rentar las bicicletas, me extraña el hecho de que haya una fila, no es muy larga, solo cinco personas por delante de mí, pero no me gusta esperar.

La primera vuelta que doy es desastrosa, porque si bien recuerdo, después de caerme de ella y propinarme un buen golpe —caí de pompas— la última vez que di un recorrido en bicicleta, tenía once y fue un desastre, no es de esperarse que después de tantos años me suba a una y sea un éxito, creo que, para la tercera vuelta por los alrededores del parque, ya he mejorado.

Una niña rubia de alrededor de unos siete años está paladeando a mi lado, noto que la niña lleva rato observándome y me saca la lengua en cuanto sus ojos se topan con los míos, seguro piensa que soy un desastre pedaleando y ella es mucho mejor que yo, no la culpo, si ese es su pensamiento, está en lo correcto. La segunda persona que se detiene a mi lado y continúa paladeando a mi escasa velocidad, me toma unos segundos reconocerlo, ya que no trae el habitual traje negro que acostumbra a usar, Stefan sonríe al notar que lo reconozco, con la ropa deportiva que trae consigo, luce mucho más joven, su cabello castaño claro está algo despeinado y sus ojos azules resaltan por esa playera azul marino que trae.

—Hola, Leigh.

Me saluda en un tono tranquilo, él a diferencia de mí, no posee una voz agitada. Me tomo mi tiempo para responderle porque quiero sonar como que no estoy fatigada, me concentro en controlar por unos segundos mi respiración antes de responder.

—Stefan, que sorpresa. —Logro sonar serena y nada fatigada, sonrío por ello.

—Nunca te había visto por aquí antes, ¿es tu primera vez dando el paseo en bicicleta? —me pregunta con curiosidad.

—¿Se nota? No monto desde que tenía once —aclaro para que comprenda por qué soy pésima, Stefan ríe.

—Yo me refería a que si es tu primera vez recorriendo el parque en bicicleta. Suelo venir casi todas las tardes, nunca te he visto antes.

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora