Capítulo 5

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Paso toda la noche pensando en la última palabra de Theo y me cuesta creer que ha usado la palabra 'cita' para ir a buscar muñecas de cerámica que demuestran estar poseídas.

Como nunca he convivido con alguien de la realeza, no sé si son del tipo puntual o impuntual. Han pasado alrededor de quince minutos y Theo no ha asomado las narices en ese Chevrolet que usa, por suerte, decidí comprar dos cafés antes de venir al hotel a esperarle y planeo tomarme el segundo a pesar de que es para él, en caso de que no se presente.

Veinte minutos es lo que le toma con exactitud presentarse nuevamente en el hotel, me gustaría decir que mi situación es diferente y que no he estado toda la espera afuera del edificio esperando a que su auto aparezca, pero eso es lo que he hecho. Intento no sonreír cuando lo veo bajar de su auto con un atuendo similar al de ayer solo que esta vez usa rojo.

—Hola —me saluda con una amable y amplia sonrisa, respondo de la misma manera, él posa sus ojos en mis manos y enarca una ceja en mi dirección—. ¿Acaso uno es para mí?

Asiento tímidamente. No es un gran gesto comprarle una taza de café, pero consideré que sería una manera de agradecerle que haya mentido por mí, aunque no se lo digo.

—Capuchino de caramelo —es lo único que digo como respuesta y asiente, me da la impresión de que debió de estar haciendo algo antes de venir aquí porque se ve un poco agitado.

—Solo he tomado café negro en mi vida así que creo que un cambio me vendría genial —se acerca a mí dispuesto a tomar el vaso. Sus dedos hacen contacto con mi mano y una pequeña onda electrizante pasa por ella. Él parece notarlo también, pero no dice nada, solo me agradece—. Gracias por el café.

Alza el vaso y se lo lleva a los labios. Una mueca se forma en sus labios y lo retira rápidamente de ellos.

—Aún está caliente —agrego justo después de que veo que se ha quemado la lengua, me da una mirada obvia.

—Me doy cuenta de ello, pudiste haberlo mencionado antes.

—¿Y perderme tu reacción al quemarte? —cuestiono con humor y él los ojos—. Deberíamos de estar yéndonos ahora mismo. Llegaste tarde.

Camino a su auto sin esperar a que él venga a mi lado, intento abrir la puerta del copiloto y me percato de que tiene llave así que me volteo a verle, está parado sobre el lumbral del hotel observándome fijamente, le hago una seña hacia la puerta y se apresura a llegar a mi lado, con el control que poseen sus llaves le quita el seguro. Antes de que yo abra la puerta por mi cuenta, se apresura a hacerlo y ese gesto me toma por sorpresa a pesar de que no es nada especial, seguro que lo hace por cualquiera, sin embargo, con los chicos que he salido aquí, no tienden hacer eso, ellos dejan que abras la puerta por tu cuenta.

***

Las tiendas de cerámica no son tiendas que puedas encontrar en cada esquina de la ciudad, son pocas las tiendas que se dedican a vender muñecas de cerámica y otro tipo de objetos aquí en Berlín. Llevamos alrededor de media hora dentro de su auto conduciendo por las frías y llenas calles del centro de la ciudad en busca de una tienda en específica que se encargue de vender muñecas, pero para nuestra suerte, cuando por fin encontramos una, o está cerrada o no tienen muñecas similares a las de la señora Müller.

Así que nuestra búsqueda se deduce a una hora fallida, ya que no hay ninguna tienda disponible.

—Creo que perdí la cuenta de cuantas tiendas hemos visitado desde la tercera a la que entramos —habla Theo haciendo una mueca de disgusto—. Si continúo viendo más caras diabólicas de muñecas, te juro que voy a suicidarme.

Río por su comentario, aunque mis pensamientos concuerdan con los suyos. Algunas de las muñecas de las que hemos visto, tenían caras diabólicas que me hizo preguntarme un par de veces, ¿Qué le ven de bonitas?

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora