Capítulo Extra - 2

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THEO

Mi vida había cambiado en un abrir y cerrar de ojos, todo se volvió diferente después de que papá falleciera, tomé malas decisiones, no lo niego, de algunas me he arrepentido bastante, sin embargo, los errores son lo que a veces nos hacen crecer como seres humanos.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Stefan, en mi dirección. Mi fiel amigo, la persona que está en las buenas y en las malas conmigo y quien también me hace sentar cabeza en las peores ocasiones, lo quiero como a un hermano y él lo sabe bien.

—¿Cómo crees que debería sentirme? —Le pregunto, la sonrisa socarrona que se forma en su boca habla por él—. Por favor, como tu rey, exijo una respuesta sensata y no una tontería.

Su mano se posa en mi hombro, y sus ojos me miran con intensidad.

—Te lo diré como amigo, deberías estar cagandote en tus pantalones, ¿sabes realmente qué estás haciendo? —pregunta, haciendo su mayor esfuerzo por no echarse a reír, lo miro con seriedad, debería de estarlo reprimiendo por semejante descaro—. Te recuerdo que estás a punto de casarte con la chica más alocada que conozco.

Sonrío. Tiene razón, voy a casarme y aunque podría considerar su comentario una falta de respeto hacia a la que de ahora en adelante llamaré mi esposa, es imposible que lo haga, está en lo cierto.

—¿Ya se te olvidó lo que pasó aquel día en la feria? ¿Quieres que te lo repita? —pregunta mi amigo, una enorme sonrisa se dibuja en mi boca ante el recuerdo de aquel día en la feria. Quien diría que Leigh podía ser una descarada en el buen sentido, la amaba con toda su espontaneidad y sentido del humor, aunque a veces no entendía muchas cosas de ella.

—No hace falta, tengo muy grabadas sus palabras en mi cabeza.

—Ya lo creo, seguro que no tardarán mucho en hacerse realidad después de esta noche.

Bromea, aunque yo no lo veo como una broma, las probabilidades son enormes.

—No puedo creer que estoy a punto de casarme.

—Tampoco yo, si te soy sincero, juraba que ustedes no darían su brazo a torcer nunca, son tal para cual —dice con seguridad, tiene razón, ninguno de los dos se animó a dar su brazo a torcer de buenas a primeras, me tomó tiempo comprender que debía de luchar por las cosas y las personas que amo sin importar qué, sobre todo, seguir los consejos de mi padre, aquella carta había sido la salvación de todo.

La carta, pienso. Aún en su último lecho de muerte, papá pensaba en mí, ante todo, sabía que estaba enfermo, su salud estaba delicada, pero me rehusaba a creer que algún día iba a dejarme, pensaba en él a diario y esperaba que no me odiara por tardarme tanto tiempo en leer su carta y aún más tiempo en buscar a Leigh.

Seis meses fue el tiempo en que no sé cómo pude estar sin la mujer que amo, ha pasado un mes desde que le propuse matrimonio y tres semanas desde que empezamos con los preparativos de la boda.

¿Qué nos tomó tanto tiempo? Bueno, quise pasar un tiempo a solas a su lado después de que me diera el sí, Francia era el mejor lugar para pasarlo y aunque yo estaba dispuesto a casarme el primer día en que pusiéramos un pie de regreso en Alemania, preferí que Leigh tuviera el tiempo suficiente para considerar las cosas, aunque ella aseguraba que ya no había nada que considerar, agradecía que así lo fuera porque en cuanto esa mujer me dijera que se arrepentía de la idea de casarse conmigo, iba a ser el fin de mi vida.

Al llegar a la iglesia, espero en el altar junto al arzobispo, quien mantiene un semblante sereno y deseo ser él en estos momentos, pues me estoy muriendo de nervios por dentro, temiendo en que al final, Leigh se arrepienta de darme el sí.

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora