Capítulo 42

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No vuelvo a saber nada del rey por los siguientes días. Cuando Theo se presenta en el hotel con una sonrisa en la boca, mi corazón siente un vuelco de alegría, ¿Ya he dicho lo encantador que me resulta cuando no usa su habitual ropa formal? Porque Theo luce genial con ropa informal, sus jeans de mezclilla y sus playeras polos de colores de alguna manera le dan un toque muy jovial que encuentro disfrutando.

—¿Estás muy ocupada?

—Quince minutos más y termino mi turno —respondo sin voltear a verlo, estoy tecleando una información en la computadora y guardando el inventario del mes. Theo asiente y decide tomar asiento en la sala que hay en la recepción, continúo con mi trabajo hasta que llega el hombre que se queda en mi turno por el resto de la noche, le pongo al tanto de lo que ha sucedido en el día y le dejo el resto del trabajo que he estado haciendo durante el día.

Me despido del resto del equipo y me apresuro a tomar mis cosas antes de firmar la salida e ir a la sala donde Theo continúa sentado con la mirada perdida, cuando me ve frente a él, inmediatamente se levanta y se acerca a mí.

—Ya estoy libre —inquiero con entusiasmo, él asiente.

—¿Te apetece salir un rato? —Pregunta haciendo una seña hacia la salida—. Estuve todo el día en una junta con un par de ministros y el duque de Luxemburgo, estoy pensando en dar un pequeño paseo al aire libre.

Dice a modo de invitación. Hoy no he comido por la tarde y la verdad es que tengo un tanto de hambre.

—¿Qué me dices de ir en busca de hot dogs? —ofrezco con una mueca—. Tengo hombre.

Hot dogs —pronuncia como si aquella palabra fuese desconocida para él, una risita absurda sale de su boca y asiente—. De acuerdo, iremos a buscar hot dogs.

Nos dirigimos hacia su auto, no hablamos nada durante el transcurso en el que sale del estacionamiento hacia la calle principal, me da la impresión de que no tiene ni idea de donde encontrar un puesto de hot dogs por la calle. Me río.

—¿Sucede algo? —pregunta dándome una mirada rápida. Niego.

—¿Tienes idea de dónde hay un puesto de hot dogs?

Le toma unos segundos responder a mi pregunta, tiene el ceño fruncido y una mueca en los labios mientras piensa.

—Conduce en dirección a mi departamento, dos cuadras antes de llegar, da vuelta a la izquierda, y luego de vuelta a la izquierda. Hay una pequeña plaza y ahí hay un hombre que vende hot dogs —me veo diciendo, ya que es evidente que él no tiene ni idea. Theo hace caso a mis indicaciones y conduce hacia mi departamento como le dije y da vuelta por las calles, su auto se estaciona junto a una fila de autos aparcados frente al parque.

No espero a que venga a abrirme la puerta, la abro por mi cuenta y salgo del auto, él baja segundos después y me ofrece una ladeada sonrisa, no se lo digo, pero se ha estacionado hasta el otro extremo de donde se encuentra el hombre de los hot dogs, y recorrer el parque hasta el puesto va a llevarnos unos minutos.

—¿Qué tal estuvo tu reunión? —me atrevo a hablar para romper el pequeño silencio, Theo chasquea la lengua.

—Siendo sincero, no ha salido para nada bien —contesta algo cabizbajo, ha guardado sus manos dentro de las bolsas de sus pantalones—. Hemos tenido altercados con el primer ministro, quien se niega a estar de acuerdo con mi padre.

—¿Puedo saber qué clase de altercados?

Se lleva las manos a los bolsillos de sus pantalones y una mueca se vuelve a formar en sus labios, sea lo que sea que haya sucedido en su reunión, no lo ha dejado con el mejor humor.

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora