CAPÍTULO 17

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El descampado es amplio, extrañamente limpio y cuenta con una gran fila de coches aparcados en un orden calculado para que se pueda ver la película con facilidad.

Bea y yo admiramos el panorama desde los asientos traseros del coche de Jason.

—Allí hay un buen sitio.—Mi amiga lo señala con la mano.—Mierda.—Una furgoneta negra se nos adelanta con rapidez y Jason aprieta el volante.

Damos un par de vueltas más por el recinto hasta que vemos que tan solo quedan diez minutos para que empiece la película. Decidimos conformarnos entonces con un sitio en la última fila, bajo un par de árboles grandes que nos quitan la poca iluminación que teníamos.

Bajamos del coche y me esfuerzo en no rallar el todoterreno plateado que acaba de aparcar pegado a mi puerta.

''¿No había más sitio en todo el descampado?''

Los tres nos colocamos frente al capó del coche rojo de Jason y abrimos las bolsas de las provisiones que compramos; Entre otras palomitas, de mantequilla y chocolate, patatas fritas y por supuesto el alcohol que va a impedirnos volver a casa hoy.

—Deberíamos haber traído otra de Ginebra.—Pronuncia Jason.

Mi ceño se frunce con confusión.

—¿No nos llega a los tres con tres botellas?—Pregunto sorprendida.

Se rasca la nuca con nerviosismo. Conozco a Jason, y sé que eso solo lo hace cuando sabe que está haciendo algo que no es correcto.

—El caso es...—Noto cómo fija la mirada en algo a nuestra espalda y alza un brazo en forma de saludo.—¡Aquí!—Exclama con énfasis.—Espero que no os importe.

Miramos atrás con lentitud, como uno de esos momentos dramáticos de las pelis, y Bea corre a apretarme la mano cuando vemos tres figuras acercándose en la lejanía con dos bolsas de lo que supongo que son más botellas.

Uno de ellos, el de la cabeza rapada, es la razón por la que mi amiga me aprieta la mano con tanta fuerza. Sergio Valverde está caminando hacia nosotras con el ceño fruncido, acompañado de dos figuras fácilmente reconocidas; Es mi turno de apretar.

El cabello en punta de aquel chico que vi cubierto en llamas, del chico que por fin puedo ponerle nombre, es lo que más resalta a lo lejos. Su sonrisa solo se agranda cuando llegan hasta nosotros y saludan a Jason con apretones de mano y chocadas sin fuerza.

El tercer chico me suena, sé que lo he visto antes, pero sus ojos azules son lo que me desconciertan. Viste una sudadera larga de color gris y unos pantalones piratas de cuadros.

—¿Qué hay?—Pregunta Darío mirándonos a ambas.—¿Todo bien, Malia?

No contesto, ni Bea tampoco lo hace, nos limitamos a coger a Jason de la mano y pedir un segundo a solas con él a los tres chicos de nuestra espalda.

—¿Qué hacen ellos aquí?—Bea es la primera en hablar.

—Me parecía buena idea invitarles.—Se justifica.—Son buena gente.

Una carcajada sin humor me asalta de repente.

—¿¡Buena gente!?—Pregunto sarcásticamente.—¿Acaso conoces al del pelo castaño?

—¿A Darío? Es el de seguridad. Sergio me dijo que si podía traerlo. Es nuevo aquí y...

—¿Y por qué mierdas invitaste a Sergio? Eso para empezar.—Bea está tan enfadada que su piel se tiñe de rojo.—¿Acaso no conoces suficiente nuestra...Nuestra movida?

Jason hace un gesto para que nos calmemos.

—Escuchad.—Dice.—Hemos venido a pasarlo bien ¿No es así?

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora