CAPÍTULO 33

172 13 12
                                    

Unos breves golpes en la puerta hacen que me revuelva en el sitio, que enrede las sábanas entre las piernas al girarme y que acto seguido abra los ojos de golpe al notar un cuerpo cálido a mi lado.

Es la ardiente anatomía de Darío Raeken la que está tumbada a mi lado, semidesnuda, aun manchada por la ceniza que él mismo provocó ayer.

Me cuesta unos momentos sentarme sin despertarlo y llevarme la mano a la frente para intentar despejarme y recordar.

Está bien, he pasado la noche con el perro del infierno. La he pasado pero no hemos hecho nada. Estoy segura de que no.

''¿Por qué estás tan segura? Si no hubiesen interrumpido ayer con la nota seguramente hubiese pasado.''

La nota. Bea. Todo vuelve a mí como una nube confusa y abrumadora de noticias que mi cerebro había dejado aparcada para no tener el ataque de ansiedad que parezco estar teniendo.

Me dejo caer en la cama con sutileza, intentando calmar el agobio que cubre ahora mismo mi pecho al completo. Me giro cuando él lo hace, aparentemente aun durmiendo, y me permito gozar de las vistas por un momento.

El perro del infierno duerme apaciblemente ante mis ojos, sus pestañas son como un abanico que cubre sus preciosos ojos castaños, su boca está tiernamente entreabierta, pero como de costumbre su ceño se mantiene fruncido. ¿Por qué lo mantendrá así hasta durmiendo? Tal vez sueña. Tal vez está teniendo una pesadilla.

Mi mano tiene la irritante tentación de acariciarle la cara como él hizo ayer con la mía, pero me aterra que eso lo despierte y descubra lo extraña que soy, lo acosador que sería que me viese mirándole dormir tal y como estoy haciendo.

La acerco tan solo un poco, tan solo rozo con la punta de los dedos sus rojizas mejillas y dejo que mi piel absorba el calor de la suya.

Sus ojos se abren entonces en alerta, por un momento me asusto creyendo que me va a golpear por tocarle o algo por estilo, pero es una sonrisa torcida lo que recibo como respuesta.

—Buenos días, preciosa.—Dice con la voz más ronca de lo normal.

''¿Por qué será que la voz de los tíos por la mañana es así de sexy?''

—Buenos días.

Se sienta en la cama para estirarse y supongo que para hacer lo mismo que yo hice, intentar saber quién soy, dónde estoy y por qué ambos hemos dormido en la misma cama semidesnudos.

Me tapo como puedo con las sábanas y una sonrisa es lo que escucho por su parte.

—¿En serio ahora te pones tímida?

La vergüenza me invade cuando pienso en la posibilidad de haber hecho algo con él y no recordarlo.

—¿Por qué lo dices?

Mi claro tono a la defensiva lo hace ponerse en alerta.

—¿No te acuerdas de lo que pasó ayer, verdad?

Dudo por un momento en si decirle que no, en si mentirle o en si salir corriendo de aquí para no volver jamás.

—¿Por qué lo dices?...

Mi única respuesta repetida en bucle parece hacerle una extraña gracia y aprovecha mi distracción y vergüenza para acariciarme la cara y negar con la cabeza como si fuese evidente.

—No pasó nada, Malia.—Dice.—Nunca haría algo que no quisieses hacer.

—Igual sí quería hacerlo y por eso...—Me doy cuenta de las palabras que acabo de decir y maldigo para mis adentros.—Quiero decir, igual...

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora