CAPÍTULO 45

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Ya han pasado casi dos meses desde que Bea se fue. Dos largos meses sin saber nada de ella, yéndome todas las noches a la cama con la esperanza de verla a la mañana siguiente en clase, en frente de mi pupitre, tomando apuntes como loca con su pelo alborotado como de costumbre...Tenía la esperanza de que todo esto solo ha sido un sueño, una larga pesadilla de la que no lograba despertar.

Pero tras dos meses sin que eso pasase, he asumido que no lo es.

Darío me ha ido informando cada día de su paradero, ni siquiera le pregunté cómo es que lo sabe. Hace unos días le pedí que dejase de contármelo.

Me duele más saber si decidirá o no regresar que saber que ella ha estado todo este tiempo en casa de su abuela.

En todo este tiempo que ha pasado, he invertido mi tiempo en ir al instituto, mirar universidades, estudiar y pasar el tiempo con Darío Raeken. Entre otras cosas sin sentido que hemos hecho, destaca la de haber decidido buscar gente que nos apoye a la hora de luchar contra Amara y Azael.

Llegamos a la conclusión de que si están reclutando un ejército es porque pretenden pelear, y por mucho que nuestros poderes puedan ayudarnos, siempre será mayor la inteligencia que la fuerza. Por ello, decidimos intentar formar un plan. Uno que trae como consecuencia unir nuestro propio "Ejército" de criaturas sobrenaturales.

Si alguien como Amara ha conseguido que la gente la siga y la apoye, para nosotros será más fácil.

Me siento en el banco de piel, dejando que Darío se siente a mi lado. Cojo la carta de batidos entre las manos con descuido y comienzo a leer los nombres seguidos y sin prestar ningún tipo de atención. Miro por encima del cartón plastificado cuando la puerta se abre en la lejanía.

Dos chicos entran por ella, dejando a todos atónitos con su vestimenta.

Aparentan unos veinte años, y son un chico y una chica. Ambos rubios, y conocidos para mí. No tienen veinte, aunque los aparentan sé que no porque vienen al instituto.

Darío aprieta su mandíbula cuando también los reconoce, y alza la mano para decirles nuestra ubicación.

—¿Estás seguro de...—Susurro en su dirección, tapando con ligereza mi boca con la carta.

No termino la frase porque a Darío no le hace falta escucharla entera. Asiente sin dejar de mirarlos.

El chico sonríe de medio lado cuando me ve, y los piercings que manchan su rostro me sorprenden cuando se acercan. El aro de su ceja sí estaba aquel día en clase, pero los de su labio y orejas creo que no.

—Vaya.—Comienza.—Mira a qué parejita tenemos aquí...

Cogen sitio con descuido, y cuando el pelo liso y rubio platino de la chica de escote descomunal se planta en frente de Darío, aprieto la mandíbula.

—Eren.—Pronuncia Darío en forma de saludo.—Rebeca.

La chica enlaza las manos sobre la mesa y sonríe en su dirección, solo en dirección a Darío.

La sangre hierve en mi sistema cuando los ojos del perro del infierno caen en su llamativo escote.

Con una sonrisa demasiado falsa enlazo las manos sobre la mesa yo también, pero de un golpe brusco que llama la atención de todos los de la mesa.

Darío me mira de reojo y sonríe de medio lado.

—Bien, supongo que sabéis por qué estáis aquí.—Comienzo.—Debéis contestar a unas preguntas.

Eren encorva su espalda y me mira fijamente.

—Me encanta tu carácter Malia Steel.—Pronuncia en un susurro, mirándome fijamente con sus ojos azules.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora