HELLHOUND
Hacía años que no veía el sol.
Verlo, sentirlo, se siente tan raro que dudo por un momento en si estoy soñando o realmente vuelvo a estar aquí, en la tierra.
Una ligera brisa mueve mi cabello revuelto cuando se cierra la brecha hacia el infierno a mi espalda, ni siquiera quise despedirme de mi Guardián.
La misión que me han encomendado, el castigo que aquellos que una vez me condenaron me están obligando a cumplir, es tal vez peor que estar allí abajo encerrado.
Mi piel desnuda se siente extraña aquí, noto cómo la temperatura de este mundo enfría con rapidez las grietas de fuego de mi cuerpo. Me doy cuenta también de que el hechizo de Edgar ha comenzado a hacer efecto; comienzo a aparentar ser humano.
El incómodo movimiento de respiración de mi pecho me desconcentra por un momento; así se veía respirar. Me hace recordar cuando realmente era humano, cuando sentía el frío que comienza a envolverme aquí fuera ante la desnudez de mi torso.
Mis pies se mueven con lentitud sobre la hierba húmeda, y mientras ando hacia el gran edificio que se extiende ante mis ojos, noto la mirada de los humanos fulminándome y juzgándome como si nunca hubiesen visto a un chico semidesnudo.
''Céntrate, hellhound. Búscala y déjate de estupideces''
Una sonrisa de medio lado me invade cuando paso por delante de un grupo de chicas y todas ellas me sonríen. Lo veo en sus ojos, se nota en el movimiento nervioso de sus manos; están ansiosas por llamar mi atención. La quieren, quieren que yo les mire cómo ellas me están mirando a mí, y es algo que me produce risa.
''¿Es así cómo afectan las hormonas a los adolescentes de hoy en día?''
—¿Podemos ayudarte?—Pregunta una de ellas. Mueve su larga cabellera en una sacudida que pretende ser sensual, pero que a mi simplemente me produce gracia.
Me llevo la mano al mentón para hacer que pienso, y cuando las cuatro se quedan observando el bíceps contraído de mi brazo, sonrío sin poder evitarlo.
—Busco a una chica.—Digo con tranquilidad.
Las cejas de la rubia se alzan con sorpresa.
—Pues hoy es tu día de suerte.—Se acomoda en el sitio con rapidez, salta a la vista que aprieta sus pequeños pechos para intentar impresionarme.—Has encontrado cuatro.
Una pequeña carcajada abandona mi garganta, pero ignorando el comentario de la rubia, decido mirar a la que no se atreve a mirarme a los ojos.
—¿Cómo te llamas?—Pregunto con curiosidad.
Tal vez es...
Sus pequeños ojos negros me fulminan de repente, por un momento sé que duda en si hablo con ella o no, pero finalmente una sonrisa nerviosa se construye en su rostro.
Los humanos resultan tan entretenidos, que se me hace casi imposible dejar de querer saber más acerca de sus estúpidas e incoherentes reacciones; En lugar de responder a la pregunta, de simplemente decirme su nombre, desvía la mirada una vez más y lo murmura tan bajito que no logro escucharlo.
—Lo lamento.—Me acuclillo ante ella para intentar escucharla mejor. Sus ojos recorren los abdominales marcados de mi torso, y sonrojada, repite el nombre.
—Helena.—Dice con timidez.
''No es quién busco''
—Bien Helena—Comienzo.—Voy a darte un consejo que tal vez te sirva en un futuro—Alzo la mano con rapidez, pero justo antes de tocarla, de llegar a rozar su pálida piel, me detengo y espero a que simplemente sea ella quien alce el rostro. Me mira asustada.—Atrévete a mirar a la gente a los ojos—Acerco la punta de mi dedo a su cabello, y un humo irritante se forma ante el contacto. Por suerte creo que no lo ha notado (Está muy ocupada admirando de cerca mis ojos)—Verás que así la gente te tomará más en serio.—Me levanto con agilidad, estirando los músculos agarrotados de mis gemelos.—Y tal vez ¿Quién sabe? Algún día un chico como yo podría invitarte a cenar.
Sonrío al ver las mejillas rojizas de la chica, pero todavía más cuando ella es quien sonríe.
—¿Sabríais decirme dónde encontrar a Malia?
Las cuatro se miran entre ellas como sorprendidas, y cuando la rubia está a punto de contestar, una voz histérica suena a nuestras espaldas.
Me giro con rapidez cuando noto la energía que su voz emana, cómo de repente los bellos de mi cuerpo se han erizado.
Malia Steel. Sin duda es ella.
La observo desde la distancia; Su cabello es oscuro, muy oscuro, y llega hasta la parte baja de su espalda. Se mueve con delicadeza cuando se mueve ella, rodea su esbelta figura con curvas, con las curvas que volverían loco a cualquier mortal.
No puedo jurar el color exacto de sus ojos desde aquí, pero apuesto a que son tan azules como el mar, que tiene unas pestañas largas que se mueven con cada pestañazo que da y que los hace simplemente más hermosos. Así como cuando la vi por primera vez.
Recuerdo esa vez a la perfección; Se trataba tan solo de una infante, pero sigue teniendo la misma expresión de inocencia que cuando la recogimos de la orilla.
Muerde sus uñas con nerviosismo, y para cuando me doy cuenta, ya me encuentro avanzando hacia ella.
No sé en qué estaba pensando. No puedo llegar allí y sin más decirle quién soy; En primer lugar, porque no me creería. En segundo, porque no me conviene que lo sepa todavía. Tengo que dejar que ella esté receptiva.
No nota ni siquiera mi presencia cuando me apoyo en una de las motos aparcadas y empiezo a tocar determinadas piezas de ella para disimular; No obtengo respuesta alguna.
Un irritante timbre suena en la lejanía y todos a mi alrededor comienzan a moverse en masa, incluida la de cabello negro.
Tengo que esforzarme bastante para esquivar a todos los que se mueven a mi alrededor, pero consigo hacerlo hasta que llego detrás de uno de los árboles del lugar.
La observo desde la lejanía con sorpresa. Se encuentra nerviosa, mueve las pulseras de su brazo con tanto nerviosismo que temo por que las rompa de un momento a otro.
¿Qué te preocupa ojitos azules?
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HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©
RomansaLas puertas del infierno han sido abiertas. Todas las criaturas que han caído del cielo, y las que desde las más profundidades han regresado, tienen una sola misión. Pelo y ojos castaños, constitución aparentemente fuerte... ¿Por dentro? Está hecho...