BEA
Agarro el bolso entre mis manos temblorosas mientras miro por la ventana del bus donde llevo metida más de cinco horas.
Ni siquiera sé si este número me llevará al barrio de mi abuela, y empiezo a preocuparme cuando ninguno de los nombres de los que vamos pasando me suenan ni un poco.
Suspiro contra el cristal mientras un frío seco me envuelve, empeora cuando se abre la puerta del vehículo una vez más.
El conductor se detiene en un aparcamiento, y con ello sé que he llegado al destino y que no podré dar más vueltas hasta que llegue el próximo bus.
Bajo del medio de transporte con el corazón bombeando en mi pecho, nerviosa por la oscuridad que envuelve el lugar, y miro una vez más mi móvil.
Doce llamadas perdidas de Malia. Tal vez debía haberle mentido como a mis padres, simplemente decirle que me iré a pasar unos días con mi abuela para despejarme, pero no me sentiría bien haciéndolo. No cuando ella es la única de mi entorno que sabe por todo lo que estoy pasando y las atrocidades que he hecho.
Ni siquiera sé por qué sigo teniendo encendido el teléfono, por lo que de un solo gesto lo apago y lo guardo en mi bolso una vez más.
La brisa nocturna me agita el cabello rizado con suavidad, y cuando visualizo la especie de club nocturno en el que ha parado el bus, tomo como posibilidad entrar y tomar algo hasta que aparezca el próximo autobús.
Cuando me acerco a la puerta, dos hombres en tirantes con los brazos musculosos cubiertos por tatuajes son los que esperan junto a ella. Su primera impresión es el inminente rechazo, y aunque me aclaro la garganta para disimular mi nerviosismo, uno de ellos abre la puerta y la mantiene abierta para que pueda pasar.
Cuando paso entre los dos armarios, noto cómo su larga barba tiembla al ensancharse su sonrisa. Me abrazo a mí misma en cuanto me alejo, y me siento en una de las banquetas junto a la barra.
El camarero parece, sin embargo, más normal que aquellos tipos. Su pelo recortado es de color negro, y hace juego con la ropa que se apega a sus músculos marcados. Sus ojos castaños me miran con seriedad mientras frota un vaso de cristal con un trapo entre sus manos.
—¿Tomarás algo?—Pregunta.
Mis manos temblorosas se enlazan sobre la barra, y asiento con seguridad cuando cuento en mi cabeza si dispongo del dinero suficiente.
—Me gustaría un...—Comienzo, pero una silueta aparece a mi lado y toma asiento con toda la confianza del mundo, a pesar de tener todos los demás sitios libres.
Ni siquiera le miro, tan solo un segundo y de reojo, porque la frialdad que transmite consigue ponerme los pelos de punta.
—Ponme dos cervezas.—Dice.—Una para mí y otra para la señorita.
Me giro entonces para mirarle, solo la cabeza, pero suficiente como para admirar al chico de cabello negro que se mantiene con una sonrisa en el rostro.
Sus ojos verdes me observan con detenimiento, me analiza con una mirada seductora que me pone la piel de gallina. Mi cabello ondulado se engancha con ligereza bajo mi brazo cuando me enderezo, pero lo disimulo antes de que me mire de arriba abajo con los ojos bien abiertos.
Su pelo es liso, y aunque está peinado descuidadamente, parece haber sido resultado de varias horas peinándolo.
—¿Disculpa?—Pregunto en un patético intento de parecer irritada.
Su espalda se encorva hacia delante, y enlaza las manos sobre la barra al igual que yo. Las venas que sobresalen de ellas son normales, de un cuerpo humano, y eso me tranquiliza cuando pienso en él como una amenaza sobrenatural. Simples músculos mundanos.
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HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©
RomanceLas puertas del infierno han sido abiertas. Todas las criaturas que han caído del cielo, y las que desde las más profundidades han regresado, tienen una sola misión. Pelo y ojos castaños, constitución aparentemente fuerte... ¿Por dentro? Está hecho...