CAPÍTULO 63

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BEA

Las páginas del libro parecen pegarse las unas a las otras cuando intento pasarlas con rapidez, con las manos tan temblorosas que por un momento dudo en que el monstruo alado que se dirige a mí logre alcanzarme en breves.

Intento procesar las palabras, lo intento de verdad, pero cuando Darío Raeken se mueve en dirección contraria al monstruo, la alarma se enciende en mi sistema.

—¡Darío!—Exclamo procurando no agarrarle el brazo como quiero hacerlo.

Sus ojos me miran ansiosos.

—Debo ir, pelirroja.—Dice con seguridad.—Se la han llevado.

Entiendo su sentimiento de querer ir a rescatarla, ella al fin y al cabo es por lo que luchamos, pero no puedo aceptar que él se vaya, no cuando solo yo puedo evitar que aquella de vestido blanco congele a todas las mujeres de hacha que se abalanzan hacia ella.

—Estarás bien.—Musita.—Daemon estará contigo.

Miro al chico de cabello negro, quien apuesto a que se está conteniendo por no enseñarme aquello que tanto teme que vea.

Ambos se despiden con un asentimiento de cabeza, sin apenas mirarse.

Daemon se cruza de brazos.

—¿Cómo vas con eso?—Pregunta ansioso.

Mis manos trabajan con el libro como pueden, pero cuando veo que una de esas criaturas medio caballos corren hacia aquí, me posiciono en frente de él y simplemente, grito.

Daemon se aparta de mi campo visual, y lejos de dañar a lo que sea en lo que va montado el de dientes afilados, el Wendigo es el que sale perdiendo.

Admiro la manera en la que su cuerpo cae de lado del exótico animal, y evito mirar la escena demasiado tiempo.

—No hagas eso.—Exclama el de ojos verdes.—No te enfrentes a esto tú sola.

—Estoy sola, Daemon.—Espeto sin pensarlo.—Tú eres el que por capricho no...

Sé que eso le ha dolido, pero parece saber disimularlo bien cuando le miro en señal de perdón.

Desvía la mirada incómodo y se da la vuelta para seguir vigilando mi espalda.

—Oh, no...—Susurra Daemon.

Mi ceño se frunce, pero no dejo de mirar las letras extrañas del libro intentando descifrarlas.

Es tan solo un golpe el que escucho antes de darme la vuelta y ver al de chaqueta negra tirado en el suelo.

Dejo que el libro se cierre sin pensarlo, cuando me encuentro acorralada por un par de ángeles con grandes e imponentes alas negras.

Son atractivos, uno más alto que otro, y ambos perfectamente peinados y afeitados.

—¿Es ella?—Pregunta uno de ellos. El otro sonríe y deja ver una deslumbrante sonrisa malévola.

El que habla se gira para mirar el cadáver del Wendigo y sabe por ende, que sí soy la que buscan.

—Atrás.—Espeto con frialdad, más segura de lo que puedo hacer que de costumbre.—O gritaré.

Uno de ellos, el de pelo rizado y castaño, se ríe de una manera escandalosa, como si no se tomase en serio mi amenaza, pero el otro le manda callar sin dejar de mirarme.

—¿No ves lo que le ha hecho al Wendigo, estúpido?—El de pelo liso alza las manos, pero noto sus alas tensarse.—Cálmate, chica.

—¿Por qué iba a hacer eso?—Se nota mi tono a la defensiva, pero en realidad solo gano tiempo para intentar recordar uno de los hechizos que mi abuela me enseñó.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora