CAPÍTULO 1

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—Te estoy diciendo que era muy real.—Espeta con seriedad.—Me desperté...

—Gritando.—Suspiro en su dirección y ella me mira con pena.—Lo sé, dormimos juntas ¿Recuerdas?—Cierro la puerta de la taquilla, y aunque pretendo no dar un portazo, lo termino haciendo.—No quiero decir que no te crea, pero...

—Pero no me crees.—Su boca es ahora una línea tensa y me mira como si le hubiese clavado una daga en el corazón.

—Pues no, Bea. Claro que no te creo.—Me apoyo contra la hilera de taquillas, y ella queda justo a mi lado, mirándome como si esperase un sí en su dirección.—Si vienes y me dices que has soñado con mi muerte, pues prefiero no creerte.

Asiente con la cabeza.

—Sé que es difícil, pero parecía tan real...

—Algunos sueños pueden ser aterradores.—Susurro mirando al suelo.—Pero no por ello tienen que ser reales.—Me acerco a ella y con un solo dedo le levanto el rostro por el mentón para que mire mi sonrisa tranquilizadora.—Estoy bien ¿Vale? Estoy aquí, y te agradezco que me hayas advertido, pero solo fue un sueño.

Dejo caer su rostro con lentitud y me giro decidida a irme a mi próxima clase.

—¿Y qué pasa con el chico?—Pregunta con nerviosismo, para pretender que me quede a conversar un rato más.

Me giro levemente, solo para alcanzar a mirarla de reojo.

—¿Lo conoces?—Pronuncio.

—No.

Aprieto la mandíbula, intentando no herir los sentimientos de mi amiga, y me giro de nuevo en dirección al pasillo.

—No era real, Bea.—Espeto, mientras me alejo de ella con lentitud.—Ve a clase y sigue con tu vida.

Cuando llego a la clase todas las miradas son puestas en mi silueta, y aunque por un momento juraría no querer darle importancia, mis mejillas gritan con su rojez lo contrario.

—Siento el retraso.—Digo, cuando el profesor me mira por encima de sus pequeñas gafas.

—Ni el primer día, Malia.—Niega con la cabeza.—Pasa.

Asiento en señal de agradecimiento y me muevo con rapidez entre los pasillos estrechos de entre las hileras de mesas que llenan el aula.

Me siento en la fila de atrás y abro los libros justo delante de mi cara, aunque realmente no les presto atención alguna.

El profesor comienza a hablar, con gestos sobreactuados para llamar la atención de los alumnos, y aunque lucho por intentar atender, una sombra llama mi atención fuera del edificio.

Se mueve con lentitud, y aunque solo lo veo a través de la ventana, sé que es un chico.

Su cabello es corto, luce un tupé recortado, y me atrevería a decir que es aparentemente sedoso y de color castaño claro. Frunzo el ceño, incapaz de reconocerlo a primera vista, no creo que sea del instituto.

Una bandada de cuervos negros como los únicos vaqueros que viste sobrevuelan de repente alborotados por encima de su silueta, lo que llama inmediatamente mi atención.

Anda con pasos lentos y sin un rumbo fijo, en círculos, no tengo idea de qué es lo que exactamente hace, y por ello no puedo evitar observarlo.

Por un momento, y aunque odie admitirlo, mis ojos pasean por su torso tonificado y algo se revuelve en mi estómago, pero para nada desagradable.

Se mete las manos en los bolsillos, y da pequeñas patadas contra un pequeño bulto en el suelo. Se trata de uno de los cuervos; muerto.

Trago con fuerza cuando veo cómo se agacha a acariciarlo, y desvío la mirada cuando se gira levemente para mirar hacia aquí.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora