CAPÍTULO 5

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Miro a mi alrededor por un minuto; El de seguridad, el nuevo, míster tupé, o como quiera llamarle, ha desaparecido. No estoy segura de si antes o después de que la ambulancia y policía llegase, y por un momento se me pasa por la cabeza la idea de que fue él quien llamó, pero se me olvida en cuanto recuerdo la indiferencia que me demostró al ni ayudarme a levantarlo.

Bea está sentada con un vaso de agua tembloroso entre las manos, hablando con las lágrimas bajando por sus mejillas con Sergio. Realmente ella parece muy avergonzada.

Ojalá hubiese venido antes, ojalá haber estado con ella desde un principio y haber impedido que tomase lo que fuese que aquellos degenerados le dieron.

El lugar se ha vaciado por completo, ahora solo quedamos Sergio, su compañero, Bea y yo.

Las luces se encienden y nos ciegan a todos por igual, la molestia de Bea es perceptible.

—Te juro que esta vez sí—Dice con el vaso temblando entre sus manos.—Esta vez dejaré el alcohol, lo prometo.

—¿Pero tú qué recuerdas?

Fija la mirada en el agua del vaso.

—Solo recuerdo hablar contigo por teléfono, llamarte pequeña padawan y que me dijeses que venías. Luego, todo es borroso.—Aprieta el entrecejo como para intentar recordar.—Me llamó Jason y cogimos un par de copas, Sergio me preguntó si mañana no tenía clase y le dije que...—Se queda en silencio, como si un momento de amnesia le estuviese invadiendo.

—Tómate tu tiempo.—Le acaricio el hombro.

Me levanto para ir al baño y lavarme la cara con tranquilidad, solo porque quiero que esta pesadilla de noche se acabe ya y evitar dormirme en el camino de vuelta. Solo agradezco porque esto no acabase peor de lo que ya terminó.

Estoy deseando llegar a mi casa e intentar explicarle a mi abuela lo que ha pasado.

—¿Se recuperará?—Escucho una voz a mi espalda que me hace saltar en el sitio con el agua en las manos. Miro con enfado mi vestido ahora mojado.

Los ojos castaños del de seguridad aparecen en mi campo de visión.

—Pensé que no te importaba en lo más mínimo.

Cojo un papel del surtidor y me limpio como puedo.

—Y no me importa.—Admite. Una risa sarcástica me asalta.—Pero quería preguntar por cortesía.

Le encaro con una fingida valentía.

—Puedes ahorrarte tu cortesía.

Le esquivo en la puerta para salir, y eso parece molestarle de una manera que no consigo describir, y a pesar del temblor en mis manos que su tenebrosa presencia me produce, me las arreglo para ir junto a mi amiga de nuevo.

***

—Duérmete, Bea.—Pronuncio dándome la vuelta en la cama.—En dos horas tenemos clase.

—Sabemos ambas que no pisaremos la clase de historia en todo el año.—Dice.—¿Para qué engañarte, amiga?

Una sonrisa se forma en mi rostro sin poder evitarlo. Me sorprende el humor que Bea mantiene a pesar de lo que ha pasado.

—Malia.—Pronuncia. La habitación está completamente a oscuras, pero sé que ambas nos encontramos boca arriba mirando el techo.—Lo que le ha ocurrido a Jason ¿Podría haberlo evitado, cierto? Ha sido culpa mía.

Muerdo mi labio inferior con rabia. ¿Cómo decirle que claramente sí?

—Esos capullos te drogaron, Bea.—Digo para intentar consolarla.—Jason hizo lo que cualquiera habría hecho para defenderte, ellos fueron los que empezaron la pelea.

El silencio se forma en la sala.

—Lo sé.

Ambas apretamos la sábana con fuerza.

—Sergio se portó genial contigo—Comienzo a decir, y sé que estoy entrando en terreno peligroso, pero prosigo.—¿No crees?

—No sigas por ahí, Malia.

—Perdón.

Ambas reímos tras un instante de silencio incómodo.

—Es un buen chico.—Pronuncia casi en un murmuro.—Demasiado para mí, supongo.

—Los buenos chicos son los mejores. Y ese, además, está bueno. ¿Qué tiene de malo?

Noto cómo chasquea la lengua.

—Es complicado.

Alzo las manos en señal de rendición aunque sé que no puede verme y asiento.

—Solo diré—No puedo resistirme.—que deberías dejar de pensar tanto y disfrutar.

—Eso es lo que hago.

Niego con la cabeza en plena oscuridad porque sé que no hablamos de lo mismo y me giro hacia el lado que da a su cama.

—No me refiero a tener sexo con chicos que no conoces por simple diversión.—Pronuncio.—Que, ojo. No estoy diciendo que eso esté mal, simplemente digo que no es a lo que me refiero.—Se gira ella también.—Te agobias cuando ellos se portan bien contigo, y lo entiendo. No comparto ese sentimiento, pero lo entiendo.

—Exacto, supongo.

—Bueno—Agarro uno de los peluches de mi lado y lo abrazo dispuesta a dormir.—Hasta dentro de...

—Tacha historia del horario, Malia.—Dice con determinación.—Táchalo.

Sonrío como tonta poniendo la alarma una hora más tarde.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora