CAPÍTULO 11

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HELLHOUND

Me llevo las manos a la cabeza, sintiendo cómo el agua arde dentro de mi sistema, apagando las llamas que me mantienen con vida.

Mis piernas tiemblan, y hace tiempo que la ropa que traía se ha derretido por completo.

Salgo fuera del hospital con urgencia, ignorando la gente que con tan mala cara me mira cuando comienzo a echar humo. Me tumbo en la hierba, con las manos extendidas sobre ella, y los ojos cerrados.

Me he visto obligado a apagar mi fuego temporalmente para poder tocarlas, para evitar quemarla, y por ello me he tenido que ir corriendo de allí, dejándola con todas las preguntas que seguro le están atormentando la cabeza.

No estoy orgulloso de ello, no solo por hacerle un daño innecesario, sino por haberla metido en este mundo tan de pronto, pero era necesario, hace tiempo, mucho tiempo, que debería haber sabido la verdad, la verdad sobre su identidad, pero por alguna razón que de momento desconozco, a los de allí abajo no les interesaba que lo supiera.

Pero ahora es distinto, ha descubierto su poder.

No ha ocurrido como esperaba, eso sin duda, pero ya está, ella sabe que no es común.

Los gemelos han venido a buscarla, la quieren, y tan solo por encima de mi cadáver conseguirán atraparla.

Me llevo las manos a la cabeza, y cuando noto cómo las brasas de mi pecho se van enfriando, casi no puedo respirar.

Me levanto como puedo, apoyándome en los árboles de mi alrededor, incapaz de sostenerme por mí mismo, y cuando me doy cuenta de que o consigo reavivar el fuego de mi interior, o moriré en cuestión de segundos, la presión en mi cabeza aumenta. Necesito hacer algo ya.

Pero no va a ser posible, no delante de toda esta gente.

Si lo hago, no dudarán en llamar a sus míseras e inútiles autoridades, pensando que un joven se está quemando vivo.

Solo hay una forma de hacerlo, pero el orgullo que me mantiene con la boca cerrada es lo que me impide llamarle. Necesito llamar a mi guardián.

Suspiro, echando humo por la boca, un humo negro y espeso, de esos que salen cuando echas agua en una hoguera para que se apague, e intento recordar la palabra que dijo que pronunciase en este caso.

Custos ex inferno...—Susurro, y aunque sé que me mandará a besar los pies de Lucifer, necesito nombrarlo.

"El guardián del infierno"

En ese momento, cuando mis palabras salen de mi boca en un débil y bajo susurro, una gigantesca nube cubre el pueblo.

Una nube negra, cabalgada por los jinetes fantasma, sobrevuela de pronto Fountain Hills, y no puedo evitar tragar la única llama que queda en mi garganta como combustible.

Sus caballos esqueléticos son tan solo visibles por mis ojos llameantes, y los veo acercarse, con los rostros en blanco, más bien con su piel grisácea hecha de almas oscuras, y me preparo para el viaje.

Cuando llegan al suelo un trueno suena a lo lejos, y la gente corre horrorizada por miedo a mojarse. Si de verdad supiesen lo que está ocurriendo ante sus ojos...

Uno de ellos, el del medio, se baja de un salto, envolviéndose su largo látigo de cuero negro alrededor de su torso.

Sus ojos vacíos me miran, y aunque solo logro ver una inmensa oscuridad a través de ellos, me obligo a mantenerme firme.

Se acerca con lentitud, confiado de que mi llamada es algo de lo que de verdad tiene urgencia, y se posiciona ante mí con aires prepotentes.

Hellhound.—Dice, y me sorprende de nuevo su facilidad de hablar a pesar de no tener boca.—Vos et maxima culpa.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora