CAPÍTULO 65

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EREN

Las cosas se han ido complicando con el breve tiempo que ha pasado desde que ambos tortolitos se han marchado. Ni siquiera pregunté por qué a la Banshee, ya que en este tiempo que llevamos con ellos, después de todo eso, confío en que harán las cosas bien.

Mi poder no es de los que más pueden ayudar en esta situación, pero desde luego es puramente satisfactorio partir algún brazo que otro de licántropo, o incluso decapitar de una patada a uno de esos vampiros y sus secuaces dientudos, aquellos que se hacen llamar Ghouls.

Amenazan con morderme, los muy ingenuos.

Parto el cuello de otro chupasangre y me quedo jadeante mirando la escena.

Rebeca y Liam pelean entre los dos como un equipo sincronizado, ambos cooperando entre sí, mientras que el de alas negras, al que casi Rebeca hace añicos hace un rato, protege la espalda de la Banshee que ahora también sé que es como medio hechicera.

No me gusta ver cómo casi solo quedamos nosotros, un par de Valkirias, y un grupo reducido de ángeles.

Me doy la vuelta cuando escucho pasos acercándose, pero en vez de atacar como pensaba hacerlo, algo se detiene en mi interior.

El pelo de la criatura que me observa es de un morado llamativo, su piel es brillante y parece ser de un color verde azulado. Sus ojos son grandes y profundos, pero lo que más me fascina es el intenso color azul que bañan sus pupilas; Me miran con curiosidad cuando ve cómo no ataco y cuando se aparta el pelo en un descuido, me fijo en las orejas puntiagudas que sobresalen de su cabeza.

No es un elfo, porque su piel brilla como si estuviese compuesta por un montón de luciérnagas, y normalmente la de un elfo no está bañada de ese color azul que combina con sus ojos.

Sus labios son rojizos, y solo resaltan junto a su pelo bajo esas largas pestañas.

No me muevo sin embargo, a pesar de ser consciente de que no es de nuestro grupo, algo me dice que no tiene la intención de atacarme.

—Soy Eren.—Murmuro con tranquilidad, recibiendo de su parte una extraña mueca de sorpresa.

Admira los cadáveres a mi alrededor y retrocede un paso, totalmente aterrorizada.

Algo se retuerce en mi interior, y me veo en la obligación de poner las manos en el aire para que intuya que no soy ofensivo.

—No te voy a hacer nada—Digo con tranquilidad—tranquila.

No dice nada, ni siquiera parece respirar cuando me fijo en el pequeño vestido en el que viene metida.

Sus manos son igual de azules que su cara, y brillan incluso más.

—¿Qué eres?—La pregunta sale casi sin que pueda evitarlo, sediento de saber de dónde procede esta hermosa criatura, que con solo mirarme como lo está haciendo, ha conseguido enternecer mi negro corazón.

Separa con sutileza sus mullidos labios, pero cuando se detiene en el sitio para intentar hablar, mi mirada se fija en el látigo que la envuelve de repente por la cintura.

La joven sale disparada de la nada hacia atrás, y un inevitable grito abandona mis pulmones, mientras de un inútil paso adelante intento agarrarla al vuelo.

Mis ojos fulminan entonces las cuencas oscuras de los jinetes fantasma, y en concreto las del que sujeta a la de orejas puntiagudas en el aire.

La chica no dice nada, solo parece terriblemente horrorizada, pero no dice nada mientras lucha por el que parece ser un fuerte agarre.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora