CAPÍTULO 58

109 6 4
                                    

MALIA

La mirada de la secretaria es iracunda, tensa y me hace temblar con solo de pensar lo que voy a encontrarme al otro lado del despacho del director.

Sé que llevo tanto tiempo sin ir a clase que podría darme millones de charlas sobre los estudios, lo mucho que paga mi abuela porque esté aquí estudiando y un largo etcétera, pero ahora mismo no es lo que más me preocupa.

No me estoy centrando en los estudios, y aunque sí tenía la intención de sacar este último curso adelante, no lo tengo tan claro después de todo lo que ha pasado. No puedo permitirme compaginarlo con toda esta mierda.

Después de conocer a Darío, de que los gemelos apareciesen en mi vida y de que todo este mundo sobrenatural se abriese ante mis ojos, ni se me ocurrió el pensar en qué haré para ganarme la vida, para tras unos años de noviazgo casarme y formar la familia que antes tanto deseaba, ni siquiera se me pasó por la cabeza el cómo viviré después de que mi abuela, dios quiera que tarde, muera.

¿De qué viviré?

Soy una Nereida, pero eso no significa tener dinero, y sin dinero en este mundo, mueres de hambre, de frío, y acabas en la indigencia. Hasta Darío tuvo que buscar un trabajo para sobrevivir durante el tiempo que le asignaron, aunque claro, él lo tiene más fácil.

Además de ser un chico atractivo y apto para muchos de los puestos que me contó de entre los que dudaba, lo tiene tan fácil como obligarle a quien quiera que fuese el jefe oportuno de contratarle mirándole a los ojos y dejando que las llamas de sus pupilas hagan el resto.

No quiero ni pensar en que después de este año puede que ya no iré a la universidad. Que después de este año ya no tendré excusa para no centrarme en nada más que sea Darío Raeken y mi peculiar poder.

Sin más preocupaciones que no morir a manos de una gárgola con un espantoso corte de pelo y una lista larga de criaturas sobrenaturales que a menudo amenazan mi vida.

Ni siquiera ser una criatura mitológica en peligro de extinción es suficiente excusa como para huir de los estándares monótonos y equitativos de la sociedad actual.

Me levanto de un salto cuando la puerta se abre a mi lado, y aunque agarro mi bolso de color negro entre las manos, las noto sudorosas de repente. Aunque ya no diferencio el sudor del agua que de por sí sale de mí cuando no logro controlarlo.

—Malia.—Dice el director, vistiendo con su usual traje de color marrón.—Pasa.—Sonríe con sinceridad, pero sé que no es nada bueno lo que tiene que decirme.

Me atrevo a pasar después de sonreír en su dirección y me adentro con rapidez para volver a sentarme, esta vez justo en frente de su ordenada mesa.

Mi respiración es dificultosa, y como de costumbre, logro escuchar el fuerte latido de mi corazón como si en mi oído estuviese.

—No sé si sabes por qué te he llamado.—Dice con tranquilidad cerrando la puerta a mi espalda.

No dejo de seguirle con la mirada mientras avanza hasta su silla.

—No, señor.—Digo.—Pero lo imagino.

Se queda un instante mirándome, como pensativo, para luego sacar un sobre de un cajón y dejarlo sobre la mesa con descuido.

Abre el sobre con agilidad y comienza a sacar los folios sin que le tiemble el pulso, decidido a enseñarme eso que pone en ellos. Los extiende en mi dirección uno a uno sobre el mueble de madera y me quedo sin decir nada ante ellos.

—Tus notas—Comienza con seriedad.—han bajado una barbaridad, Malia.—Cuando termina de extender cada una de las notas de mis asignaturas no me atrevo a mirarle.—No acudes a clase desde hace tiempo, los profesores, algunos dicen que ni te presentaste desde principio de curso.—Aprieto los ojos cuando continúa hablando.—Sé que lo del incendio fue horrible para ti, que es algo que no se puede superar con facilidad ni rapidez, pero...—Se yergue sobre la silla.—Eres una alumna brillante, Malia. Y no me refiero por tus anteriores notas. Antes te esforzabas por sacar buenas notas, por lo menos se notaba, pero ahora...

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora