Han pasado casi dos semanas desde que Bea y yo estuvimos justo en frente de, posiblemente, lo más irreal que hayamos visto jamás.
Todo pasó bastante rápido, y ahora, desde la lejanía temporal, se siente como si aquello hubiese sido un sueño. Puedo recordarlo, pero de una manera lejana. Y aunque sé que fue real, que el calor que sentí por las llamas cercanas de Darío era completamente real, a veces dudo de que aquello me hubiese dejado incluso más nerviosa de lo que ya estaba.
Mirar las marcas que aquel anciano dejó en mi piel ha sido lo único que me ha mantenido cuerda esta semana. Por lo menos no es una mentira, por lo menos eso me da la certeza suficiente como para procesar que fue real.
El perro del infierno no ha aparecido por aquí durante este tiempo, a diferencia de los gemelos, quienes se han pasado las dos semanas acercándose a mis compañeros del instituto, integrándose entre ellos.
He descubierto por la simple observación que Amara es una mujer atractiva, y que usa eso para atrapar a sus presas. Eso y sus impresionantes poderes, los cuales hacen que quiera temblar en el sitio solo de pensar en ellos.
Azael sin embargo pasa más desapercibido, es más callado, y aunque sus venas sí llaman la atención de la gente, he observado que últimamente se las ha intentado tapar.
Sé que ha sido estúpido volver al instituto, que es muy arriesgado estar tan cerca de ellos, pero desde que Darío confesó que estaban en busca de un ejército no he podido estar tranquila con ello.
¿Qué clase de cosas podrán hacerles para que acepten a estar con ellos?
Ni siquiera puedo imaginarlo.
Bea ha estado evadiendo todo este tema, desde que aquella mujer de cabello rubio la miró de aquella manera, algo cambió en su manera de aceptar todo esto. Y eso, me ha dejado totalmente sola en un mundo del que desconozco absolutamente todo.
Ni siquiera me siento segura aquí dentro, entre las cuatro paredes de mi habitación.
Hace un rato que decidí salir a tomar el aire, solo porque quedarme en un sitio demasiado tiempo es algo que me tiene inquieta de una manera u otra. Si estoy sola pienso, si estoy quieta investigo, y eso solo empeora mi paranoia.
Es por eso que he decido ponerme al día con las tareas pendientes en la biblioteca del instituto, a pesar de que sé que las horas no son las correctas para andar sola con los Gárgolas sueltos.
Avanzo por el pasillo repleto de gente, intentando agarrar el bolso que cuelga de mi hombro por precaución, notando tirones en el cabello que hacen tambalearse al moño despeinado de mi cabeza.
''¿Qué demonios pasa hoy aquí?''
Miro un momento atrás, solo para ver la manera en la que la gente corre a grandes zancadas, y no tardan demasiado en llegar los gritos del fondo del pasillo, esos que hacen que la marea de gente se intensifique.
No es hasta que llego a dos puertas lejos de mi destino que me doy cuenta de que la gente no está huyendo, sino que está corriendo a ver qué es lo que provoca los gritos de los de delante.
Mi cuerpo se congela cuando lo veo. Todo él lo hace, y no de una manera natural, sino por el miedo que me produce ver a un chico tirado en el suelo, con la cabeza baja y las manos intentando sujetar su cuerpo tembloroso. Su anatomía tiembla de una manera electrizante, literalmente creo estar viendo que salen chispas de su alrededor.
Me acerco sin pensarlo, poniéndome en primera fila, justo en frente del chico que parece estar teniendo un ataque de pánico.
Escucho su nombre a mi alrededor, gritos de la gente que parece conocerle, asustados, incluso más que yo, esperando una respuesta por parte del chico de cabello rubio.
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HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©
Lãng mạnLas puertas del infierno han sido abiertas. Todas las criaturas que han caído del cielo, y las que desde las más profundidades han regresado, tienen una sola misión. Pelo y ojos castaños, constitución aparentemente fuerte... ¿Por dentro? Está hecho...