37| El gran día

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El día por fin había llegado y Ángel estaba teniendo un tremendo torbellino de emociones, que no sabía ni como había logrado anudarse la corbata sin terminar ahorcándose a si mismo. Le temblaban las manos.

El sentimiento que más lo embargaba era la felicidad, por saber que por fin uniría su vida a la de Morgan de manera legal y simbólica.

Los nervios también estaban a la orden del día. Nervios por este enorme paso que estaba a punto de dar.

El miedo también estaba ahí, el miedo a que con el tiempo no fuera lo que todos esperaban. Este era un sentimiento que estaba tratando de dejar de lado, hundiéndolo a lo más profundo de su mente y su corazón porque no tenía cabida en aquel día tan esperado.

Pero sumado a todas aquellas emociones también estaba la decepción y la tristeza. Había estado sintiendo eso desde una semana atrás cuando por fin tuvo el valor de llamar a su madre y contarle lo que estaba pasando en su vida. Al menos su madre se alegro de saber que Karen no estaba en su vida, sin embargo cuando le contó que iba a casarse y que iba a hacerlo con un hombre...su madre no lo tomo tan bien.

*
—¿Es en serio?— había preguntado con un tono de incredulidad que rayaba lo absurdo. —¿Cómo podés hacerme esto?

—¿De qué estas hablando? No te estoy haciendo nada...

—¡Estas dejándome en vergüenza! yo no crié a un desviado. Los hombres no pueden casarse entre ellos, eso esta mal. No fue lo que te inculque.

—La verdad no se porque creí que por una vez en la vida me ibas  apoyar. Creí que tal vez por fin tendría tu aprobación, que me dirías que estoy haciendo lo correcto.

—Lo que estas haciendo es un pecado.

Fue duro escuchar aquellas palabras viniendo de su madre. Pero Ángel decidió que ya no quería darle el poder de lastimarlo porque...¿cómo podía ser un pecado amar a Morgan y querer una vida a su lado cuando se sentía como lo correcto? Ella no conocía a Morgan y tampoco conocía lo suficientemente a su propio hijo como para saber que por primera vez en muchos años era realmente feliz y tenía espernaza en el futuro.

—Okey, no voy a intentar cambiar lo que piensas sobre mi— dijo con pesar y un dolor que se clavaba en su corazón— porque ya me canse de intentar ser lo que esperabas. Voy a casarme con un hombre que me hace más feliz de lo que nunca he sido. Juntos vamos a cuidar de Parker y si algún día decides que quieres ser la madre que yo siempre espere que fueras, búscame.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Que ya no pienso dejar que tu falta de cariño siga lastimándome. Pero sabes...a pesar de todo te quiero y te deseo lo mejor. Saluda a Fernando de mi parte.

Terminó la llamada para poder hecharse a llorar libremente. Para soltar las últimas lágrimas en nombre de su madre. Decidió que de ahí en adelante lloraría solo de felicidad.
*

Pero si se propuso como meta no sufrir por su madre, era más fácil decirlo que hacerlo. Sobre todo cuando estaba ahí sentado en la orilla de la cama  de la habitación que había usado para prepararse. Era un día importante, uno que seguramente recordaría hasta el día de su muerte y le hubiera gustado tener a su madre con él. También le hubiera gustado tener a su abuela, pero eso si que era imposible porque había muerto un año después de que él y su madre migraron a ese país.

Cerró los ojos tratando de visualizar a su abuela. Aquella mujer de cabellos grises gracias al paso del tiempo, la que siempre lo recibió con una sonrisa y un "mi patojo hermoso" a modo de saludo. Aquella mujer que siempre olía a especias gracias a que todo el día pasaba metida en la cocina de su pequeño comedor. Recordó los dulces de tamarindo que siempre encontraba en los bolsillos de su delantal y la manía que tenía por guardarse los lápices en la cola de caballo que se hacía y después olvidaba en donde los había dejado. Sonrio cuando recordó que a ella le gustaba cantar esas viejas canciones románticas que escuchaba todo el tiempo en la radio destartalada de su cocina; en que parecía muy recatada pero era una maestra bailando salsa y tenía a más de un vecino embelesado con su talento par mover las caderas.

El efecto Ángel (Suerte #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora