4| Movimiento de caderas

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Frunció el ceño mientras se pasaba las manos por sus ligeramente ondulados cabellos. Se arreglo el cuello de su camisa blanca y luego se aplicó una pequeña cantidad de loción, una que Mae le había regalado en su último cumpleaños. La fragancia era bastante masculina y dejaba una ligera sensación picante en la nariz, pero a Ángel le gustaba mucho...sin mencionar que era la única fragancia costosa que tenía.

—¿A dónde vas?— Karen entró a la habitación luciendo indiferente, pero el chico la conocía lo suficiente para saber que seguramente estaba molesta. —Creí que hoy era tu noche libre en la estación.

—Lo es, pero Antonio me pidió ayuda para atender su restaurante.

A través del espejo vio como la chica fruncía el ceño al tiempo que hacía una mueca demasiado exajerada. Suspiró sabiendo que lo que venía no sería agradable.

—No me gusta que trabajes con Antonio.

—Bueno, siempre me gano buenas propinas y creo que no debo recordarte que necesitamos el dinero.

—Claro y por eso dejas que muchas mujeres te pongan las manos encima. —reclamó la rubia chica con altanería. —Hasta donde sé, no estamos muriendo de hambre como para que debas trabajar en ese lugar.

Ángel tensó la mandibula por lo ridícula que estaba siendo su novia. No iba a mentir, al restaurante de Antonio llegaban muchas mujeres, en su mayoría latinas que gustaban de pasar un rato en un ambiente donde pudieran sentirse más cerca de casa. La música solía ser en español y por supuesto que lo más pedido estaba entre la salsa el merengue y la bachata. Y si, puede que bailara con las mujeres que se lo pedían, pero solo porque así funcionaba aquel restaurante. Los meseros y las meseras debían bailar con los clientes cuando era necesario; pero eso no significana que Ángel corriera a los brazos de cualquier mujer y se sintiera agusto con ello, si disfrutaba la música y bailar, pero no a las mujeres. Así que si, los reproches de Karen le jodian bastante.

Pero era lo suficientemente listo como para no discutir con la chica y mucho menos sabiendo que estaba sobre tiempo y que seguramente Antonio estaba esperándolo en su auto para que pudieran ir juntos hasta el restaurante.

Tomó sus llaves y su teléfono antes de salir de su habitación.

—Así que irás de todas formas, aún cuando sabes que no me gusta— reclamó la chica cruzándose de brazos de forma caprichosa.

—No puedo complacerte en todo, Karen— se detuvó en medio del pasillo y le dio una mirada cansada a su novia— además no se para que quieres que me quede, seguramente pasaras haciéndome el vacío toda la noche o en todo caso discutiremos por tonterías, así que mejor me voy.

Ella no dijo nada y Ángel agradeció internamente por eso. Cuando llegó a la pequeña sala se topó con que Parker estaba acostado boca abajo en el suelo con sus cuadernos esparcidos a su alrededor, parecía muy concentrado en lo que hacía, arrugando ligeramente la nariz. Se veía tierno y eso le robo una sonrisa a Ángel.

Se acuclilló junto al niño y le acarició los rubios cabellos consiguiendo su atención. El niño paseo los ojos grisaceos por su ropa e hizo una mueca triste.

¿Vas a salir?—preguntó en español, el niño hablaba ambos idiomas y por lo general usaba el español cuando no quería que su madre supiera lo que decía.

Si— respondió Ángel también hablando en español— iré al restaurante de Antonio, le echaré una mano esta noche.

Oh— el niñó sonrio comprensivo— esta bien, ten cuidado y que te den muchas propinas.

—Yo también lo espero—le dio un beso en la frente —Te veo mañana y no duermas hasta tarde.

Si papi, hasta mañana.

El efecto Ángel (Suerte #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora