Carta Número 23

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SÁBADO, 24 DE MARZO DE 2018.

PAULA P.O.V.

Tras recibir la llamada de Chris preparé la mochila con todos los accesorios de la cámara, me terminé de arreglar y salí a coger el tren. Cuando subí a éste le devolví la llamada y le pregunté si podíamos ir a unos cuantos sitios donde desde hacía tiempo quería hacer fotos, él aceptó y colgué hasta que volviese a verle.

En realidad me sorprendió muchísimo su llamada, no la esperaba. Bueno, tal vez sí, pero no tan pronto.

Aproximadamente media hora después llegué al lugar donde habíamos quedado. A lo lejos le vi de espaldas con la típica gorra que llevaba siempre y su pelo recogido, nunca cambiaba. Le miré de arriba a abajo a medida que me acercaba a él y segundos antes de que llegase por su espalda se giró y sonreí tímidamente saludándole.

— Buenos días
— Buenas linda. ¿Dónde querías ir?
— ¿Conoces dónde están todos los hoteles del centro?
— Sí
— Pues allí se puede subir a las azoteas y pensé en hacerte algunas fotos por esas calles y subir después arriba. Aunque en algunas creo que hay que colarse
— Wooow. Nunca había subido. ¿Estás segura de colarnos?
— Dale Chris. Aquí el loco eres tú, no yo, pero sí, lo estoy, ya lo hice varias veces
— De verdad, a veces me sorprendes. ¿Vamos en el coche?
— No. En tren se tarda menos. Créeme
— Pues allá vamos. Me fio de ti
— Eres idiota. Confirmado
— ¡Oye! Era broma sólo

Me quedé mirándole poniendo pucheritos y al final terminé riendo a causa de sus carcajadas. Real que sabía hacer feliz con sólo una sonrisa.

Durante el trayecto en tren me entregó dos sobres. Le miré con cara de felicidad y repitiéndole mil veces que no era necesario y observé lo que traía dentro. Miré la pulsera y segundos después me fijé en sus manos, él ya no la llevaba.

— No tengo fotos, pero así podrás tener también algo mío
— Pero es tuya Chris
— Ya no Paula. Quiero que la tengas tú, porfa
— Está bien. Muchas gracias chico lindo
— Nada bella

Me acerqué a él y besé su mejilla sintiendo cómo su mano me agarraba de la cintura.

Unos minutos después bajamos del tren y llegamos a la zona céntrica de la ciudad. Comencé a hacerle miles de fotos por todos lados hasta que llegó la hora de la comida y decidimos ir a un italiano. Sí, ambos pedimos lasaña y luego nos peleamos por quién pagaría. Finalmente ganó él y quedamos en que más tarde yo le invitaba a algo también, aceptó solo por darme la razón y a la salida nos fuimos al parque que quedaba cerca de nuestra universidad a hacerle nuevas fotos.

Pasé el resto de la tarde con él. Sinceramente no imaginé que fuese un chico tan alocado, a veces llegaba a parecer un niño chiquito y yo, gracias a su influencia, era igual que él. Reía por todo y siempre terminaba contagiándome. Era extraño porque yo era demasiado tímida y muy pocas veces salía con mis amigos, pero él me hacía disfrutar de todo y olvidarme de los problemas.

Al llegar la noche nos acercamos a su casa y pasé todas las fotos a su ordenador. Cuando terminamos le edité algunas y le pregunté por sus favoritas para utilizarlas en las próximas cartas. De todas las que vimos tan solo seleccionamos unas pocas, no más de diez, pues a veces era difícil encontrar las mejores fotografías entre todas las que hacíamos.

Pasada una hora aproximadamente volví a mí casa, no sin antes haberle dado la carta del sábado cuando estábamos en su casa. Realmente la escribí mientras él miraba todas las fotos, después simplemente escogí una de ellas y la imprimí al momento guardándola en el sobre. Antes de salir por su puerta se lo dí y cuando me encontraba en mi casa empecé a pensar en la próxima carta.

CHRISTOPHER P.O.V.

Tras un día genial con Paula nos encontrábamos en mi casa, ella me pasó todas las fotos y le enseñé donde guardaba todas las que ya me había enviado junto con las cartas.

Al irla a acompañar a la salida de casa antes de que se fuera se paró antes de que cerrase la puerta, me miró, sonrió y sacó algo de su mochila. Vi que era uno de sus sobres, esos tan característicos que ella utilizaba siempre. Nunca fallaban, eran distintos y se reconocían a la perfección. Estos eran de un color marrón antiguo, se identificaban por su firma con tinta negra en la esquina inferior derecha, y en la contraria siempre podían leerse mis iniciales, CV. Nada más que se alejó fui a abrir la carta a la cocina mientras cogía algo para comer y la leía.

«¿Sabes que te ves bonito concentrado?

Ahora ni siquiera te estás dando cuenta que estoy escribiendo tu carta.

Tan solo quería decirte que hoy la pasé genial. Me gusta lo alocado que eres y que parezcas como niño chiquito con un juguete nuevo. En serio, me haces olvidar lo malo y simplemente disfrutar.

Ahora tal vez te envíe fotos mucho mejores en las que sí me estés mirando. Supongo que ahora me será más fácil ser yo misma contigo.

PD. ¿Te gustaría leer nuevos poemas?

Atte. La chica de tus fotos.»

Definitivamente esta chica siempre se salía con la suya. Ni siquiera me di cuenta que estaba escribiendo la carta junto a mí. A veces soy demasiado tonto. Aún no sé que ve en mí pero sí sé que es diferente a las demás. El lunes pensaré en presentarle a los chicos.

▼Al fin. Esta carta esta al final y el principio es la historia. ¿Os gusta que escriba también partes así en vez de sólo cartas? ¿Queréis que añada más partes donde narre Paula? Comenten que piensan porfa.▼

Cartas a un desconocido [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora