Carta Número 37

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SÁBADO, 7 DE ABRIL DE 2018.

CHRISTOPHER P.O.V.

Ya eran cerca de las diez de la mañana. Sentí los rayos de sol entrar e inmediatamente me eché las sábanas por encima para que no nos despertasen por completo. Paula seguía aún dormida, ahora era ella quién estaba abrazaba a mi cuerpo, con los ojos cerrados y la respiración tranquila. Pasados unos minutos yo volví a caer dormido mientras la observaba. Era bonito sentirse acompañado durante toda la noche, al menos con ella no la pasaría yo solo en mi apartamento.

Pasada una hora volví a despertar gracias a sus caricias sobre mi cuerpo, eran suaves y cálidas. Sentí un pequeño beso en mis labios y abrí los ojos sonriendo a la vez que la abrazaba junto a mí.

— Buenos días pandita
— Buen día bella. ¿Cómo dormiste?
— Mejor que nunca. ¿Tú?
— Como un niño chiquito. Me gusta que me despiertes a besos
— Entonces lo haré siempre así
— Me parece perfecto

Besé sus labios de nuevo durante un rato más y al separarme de ella caí en que sus padres estarían ya despiertos. Me asusté al pensar que podrían regañarla y la miré preocupado. No sé como lo hacía, a veces me conocía demasiado bien y con unas simples palabras lograba calmarme.

— Tranquilo lindo. Avisé a mis padres que estarías durmiendo conmigo porque llegamos muy tarde anoche
— Explícame como haces para entenderme tan bien
— Demasiado tiempo observándote. ¿Desayunamos?
— Dale. Vamos
— Arriba dormilón
— Oye. Dormilona tú

Sin pensarlo comenzamos una pequeña pelea por ver quién era el más dormilón o la más dormilona. Giré mi cuerpo haciendo que ella quedase debajo, sin escapatoria alguna mientras le hacía cosquillas. Tenía por todas partes y apenas sin llegar a tocarla ya volvía a reír como si la vida le fuese en ello. Paré dejándola respirar con normalidad y besé lentamente sus labios. Estar así me provocaba demasiado y era inevitable no devorar su boca ahí mismo. Lo haría con todo su cuerpo, el único problema era que estaban sus padres y como nos encontrasen así me moriría de vergüenza. Jamás sería capaz de volver a quedarme a dormir ahí con ellos en la misma casa.

Me aparté de ella, nos levantamos de la cama y ambos nos cambiamos por la ropa que traíamos ayer para no salir en pijama frente a sus padres. Ellos estaban en el salón mientras la pequeña jugaba, al ver a su hermana fue corriendo hacia ella lanzándose a sus brazos, las miré y mostré una sonrisa por lo feliz que se las veía juntas. Me quedé viendo a la nena, ella tendría unos seis añitos, me miró fijamente y me acerqué a saludarla con un tierno beso en su mejilla. Unos minutos después estábamos los dos solos en la cocina, Paula estaba haciendo tostadas cuando llegué tras ella abrazándola y besando su cuello.

— Que rico huele
— Da gracias que no se me queman. No es que yo sea una chef de lujo
— No importa. ¿Te ayudo?
— Porfa. Ahí están la leche, el cola-cao y el café. Sírvete lo que quieras
— Gracias bella

La tenía sujeta por la cintura pegándola a mi cuerpo. Antes de separarme para ayudarla con el desayuno hice un intento de besarla en la mejilla pero ella me impidió alejarme.

— Ahí no me gustan nene
— ¿Así mejor?
— Perfecto

Besé sus labios de nuevo y preparamos el desayuno. El día lo pasamos con la peque y por la tarde salimos con todos. Iba a extrañar esto cuando volviese a Ecuador, el verano no iba a ser igual sin todas estas personitas a mi lado.

***

En la noche le pregunté a Paula si podía quedarse en mi casa a dormir. Tenía ganas de estar a solas con ella y que nadie me impidiese besarla a cada segundo.

Cartas a un desconocido [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora