El silencio de un secreto | Uchiha Madara

• Capítulo 31 •

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Domingo por la mañana. Amaterasu se levantó con pocos ánimos, no quería ni abrir sus ojos. ¿Por qué? Ayer en la noche se propuso en hacer amistad con uno de los sobrevivientes del clan Uchiha.

Uchiha Sasuke.

No lo haría por gusto, o por qué realmente quiere tener amistad con él. Solo lo hacía por conveniencia, para que su padre viera que dejó su odio (no realmente) hacia ellos. Y la única forma de lograrlo era tener un amigo Uchiha. ¿Inteligente no?

Rápidamente tomó un baño e hizo otra pequeña pelea con los mechones de su cabello que sobresalían. Cómo todos los días se puso su misma ropa.

Al salir de su habitación montó de la barandilla de las escaleras y se deslizó hasta la cocina. Como si se tratase de un tobogán.

Al abrir el refrigerador inspeccionó a detalle que podía comer en el camino. Pero solo había un trozo de carne cruda y una cajita de leche.

—Dió un suspiro muy pesado al ver el refrigerador vacío —Hoy tendré que ir a comprar comida—. chasqueó la lengua —Papá nunca compra comida cuando falta. Iré a su oficina a pedirle dinero ¡Bien!— exclamó muy animada.

Al no haber muchas opciones, tomó la cajita de leche y salió de la casa, no sin antes de cerrar la puerta con llave. La seguridad es primero.

Dió un gran salto para subir al tejado de una casa. Guardó el popote en el bolsillo de su falda. Tomaría directamente de la caja. Mientras tomaba la leche saltaba por los tejados de las casas para buscar a Sasuke. No conocia nada de él, pero el emblema de su clan bordado en su ropa la ayudaría a encontrarlo fácilmente.

Sarutobi Amaterasu.

Mientras buscaba en los alrededores de la aldea a Sasuke, los susurros y mucha gente junta en un lugar llamaron mi atención. Tomé la última gota de leche, tirando la caja en el contenedor de basura. Me acerqué para ver qué es lo que llamaba la atención de esas personas.

Con algo de trabajo me adentré a primera fila de todas esas personas, para tener una mejor vista. Ví como un chico rubio con tres líneas en cada mejilla estaba siendo criticado por todas esas personas. A paso firme me acerqué al chico, pero alguien tomó mi brazo izquierdo con algo de fuerza. Dirigí mi vista para ver a esa persona que no me dejaba acercarme al chico.

—Oiga—, fruncí mi ceño, dirigiéndome de mala manera a un señor, al mirar su cara lo reconocí en seguida; era el dueño del local donde siempre acostumbraba a comprar pescado —déjeme ir con aquél chico—. movía mi brazo tratando de safarme se su agarre.

—Honorable hija del hokage, no debe acercarse a un chico como él— se agachó a mi altura, con su dedo apuntó al niño rubio.

—¿Qué? ¿Por qué no acercarme a él? ¿Acaso hizo algo malo?—. con mis fuerzas logré que el señor me dejara libre.

Su expresión dudaba en contarme —Puede ser...— pauso —es un chico muy malo. Es un mounstro.

Negué con la cabeza aún con mi ceño fruncido. No soporto que las personas critiquen antes sin conocer. —Escuché señor— con voz firme abrí un poco mis pies, con mi mano izquierda en la cintura y con la derecha lo señalé— aquí los únicos mounstros eran los Uchiha. Así que deje de decir tonterías—.

Rápidamente me acerqué al niño quién tenía la mirada muy decaída. Lo tomé por el brazo alejándolo de las personas. Corrimos hasta llegar a las cabezas de los hokages.

—Gracias— me agradeció con su voz algo cortada, mantenía su mirada fija en el cuarto hokage.

—No es nada—. negué de forma sutil moviendo ambas manos —¿Me puedes decir por qué te tratan así?