Matías miró la hora, salió volando para alcanzarlo. Esta vez no se iría y pondría en marcha el plan para acercarse más a él y conocerle mejor.-¿Te marchas? -preguntó alterado, casi chocando con Diego por la carrera que llevaba.
Diego siempre se había preguntado la razón de la existencia de aquellas preguntas que rozaban, en su opinión, en la estupidez. ¿Qué otra cosa se puede hacer en la academia después del último timbrazo pasado el mediodía? Es que no lo entendía.
-Sí, ya ha terminado el horario escolar -sonriéndole como sólo él sabía.
-Ah, ¿y qué enseñas? -preguntó deteniendo su marcha abrupta como la de ayer.
Diego respiró profundo.
-Dibujo, a niños de 6 a 10 años.
-¿Eso lo aprendiste en Argentina? -alcanzándolo. Caminaba rápido.
-¿Argentina?
Eso en definitiva detuvo por completo su andar, algo que alegró a Matías.
-Sí, Pilar me ha dicho que ahí os habéis conocido. Seguro que ha sido una experiencia muy interesante.
-Sí -respondió incómodo. Su vida en general no era un tema que le gustara compartir con todo el mundo y menos con personas con una desmesurada curiosidad.
-Entonces has tenido una vida interesante.
Diego no respondió de inmediato. No le gustaba el tono alegre y despreocupado que Matías le estaba dando al tema,
-Sí -respondió sin más. Forzando su sonrisa, algo que volvió a animar a Matías que también sonrió.
-La verdad es que quería pedirte tu ayuda. Pilar nos dejó una tarea y no me ha ido nada bien y me ha dicho que tú podías ayudarme, que tomaste un curso con ella de...
-Sí, sí -deteniéndolo de decir cosas que no entendía.
-Bueno, pues me ha dicho qué tal vez podrías ayudarme.
-¿Ayudarte exactamente a qué?
-Pilar me ha dicho que sabes cómo escribir personajes y lugares creíbles y mágicos, necesito algo de eso en mi escritura.
-Pero para eso tomas un curso, ella debería enseñarte. No yo.
-Sí, pero ha creído que como enseñas a niños, podrías enseñarme a mi una introducción a la redacción básica.
Diego podía ver la desesperación de Matías, estaba diciendo memeces, una tras otra que de no saber qué era involuntario las tomaría personal.
-De verdad necesito ayuda. Me ha dicho un montón de cosas que no he entendido y me gustaría demostrarle que sigo siendo ese chico que la impresionó el primer día.
Diego miró su muñeca y desvió la mirada, quería hacer un berrinche como un crío porque no quería hacerlo, pero la presión pudo con él.
-Bien -aceptó -, puedo ayudarte. Echaré un vistazo a lo que tienes y...
-¡Perfecto! Muchas gracias -acercándose para abrazarlo -. Entonces, vamos.
-No -lo detuvo abrupto Diego -, ahora no puedo. Tengo otra cosa que hacer pero... estoy libre después de las cinco.
-Suena bien. Me agrada la idea.
-Vale entonces... nos vemos -subiendo a su bici y emprendiendo la huida.
Diego era alguien que cedía fácilmente a las presiones sociales, por eso las evitaba siempre que podía, y por eso había estado evitando a Matías, pero parecía que no lo conseguía. Había evitado cientos de fiestas de cumpleaños durante el colegio con ayuda de su padre pero ahora que era un adulto le resultaba muy difícil decir que no. Algo arraigado, que sí bien no afectaba ni afectó su vida fue querer encajar, dentro de él era no ser visto como una mala persona.
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Detrás del caleidoscopio
Teen FictionDiego no era un chico normal. Y lo sabía porque cada mañana tenía que ocultar esas cosas que lo volvían particular, cosas que no eran vergonzosas pero sí que causarían muchas preguntas y qué hacían que refiriera vestir de negro a donde quiera que fu...