Así llegó diciembre. Con Diego volviendo de la casa de Dani con la sonrisa en el rostro; con la cabeza por las nubes, que ignoró que su móvil vibró un par de veces hasta que salió del metro y caminó hasta su edificio, en donde un desesperado Pablo abrió la puerta y le vio caminar despacio.
-Pero, ¿dónde has estado y por qué no me coges el móvil? Te mandé un montón de mensajes.
-Y los vi -aseguró sacando su móvil -. Y te he enviado un mensaje... - viendo que no lo había hecho. En su despiste, al ver cerca el cruce de la calle, en lugar de poner su dedo sobre la flecha de enviar, la deslizó hasta la tecla de enter. Así que había un mensaje sin enviar con un espacio en blanco debajo de lo escrito -, que no ha salido... perdona.
-¿Has ido de compras? -viendo su bolsa en el hombro y entrando de nuevo por el portal.
-Sí, y a que no sabes con quien me he encontrado: con Dani -dijo emocionado. Aunque no parecía gran cosa ahora que lo decía en voz alta.
-¿De verdad? -subiendo de nuevo hasta el piso de Antón.
-Sí, y me ha enseñado a revelar fotos de rollo.
-¿Has ido a su casa? -preguntó Pablo sorprendido y emocionado en cantidades iguales.
-Sí -insistió emocionado. Sí había sido algo increíble -. Tiene un piso muy bonito, cálido y... -se detuvo al escuchar la conversación que Diana y su padre tenían. Pablo había dejado entreabierta la puerta, que la abrió lentamente para que no le escucharan.
-¿Qué pasa?
-Calla -le dijo a Pablo y siguió avanzando.
"No quisiera incordiar a Diego. Con todo lo que me has dicho, temo que no se tome a bien dejar este piso".
-Están pensando en buscar casa. Esto va en serio... -dijo Diego emocionado, contagiando a Pablo que fue ahora quien pidió un poco de silencio para seguir escuchado.
"Ha sido su casa por años y..."
"Tranquila, Diego lo entiende. Sabes cómo está de ilusionado con esto que podría pensarlo. Así que podemos seguir buscando un piso, a no ser qué..."
A Diego le agradaba mucho Diana. Tenía todo el estilo del mundo, con sus vestidos camiseros de tela vaporosa, con las rebecas y las cazadoras y esos labios rojos. Además de que era divertida y muy alegre; lo había hecho reír un par de veces con comentarios que le hacía a su padre. Aunque si le dolía un poco dejar ese piso en el que tardó meses en hacer suyo, también había una parte de él que encontraba natural ese proceso de dejar una casa en busca de otra, que no le molestaba por buscar una más grande en donde entraran los cuatro sin problema alguno.
Antes de que pudieran hacer nada, el móvil de Diego sonó, lo que delató su posición. Era un mensaje de Dani, pero Diego tenía un tono bastante ruidoso que hizo que toda la escena se detuviera. Antón se acercó al recibidor y los miró ahí pegados contra la pared.
-¿Estabais escuchando a escondidas? -preguntó viéndolos con cierta burla. Diana se acercó y les miró también.
-No -dijo Diego.
-Sí -le contradijo Pablo, al mismo tiempo.
Ambas respuestas fueron una sorpresa para ambos padres y para ambos jóvenes.
-Poneros de acuerdo -rió Antón. Pablo no sabía que responder, a él también esa respuesta le había dejado un poco confundido, así que Diego decidió responder:
-Sí, estábamos llegando de la calle y sólo hemos oído eso último de buscar piso... -mirando a Pablo.
-Claro, eso... -fue lo único que Pablo se limitó a decir. Y no fue porque jamás había dicho mentiras, pero no se creyó que Diego lo hiciera de una manera tan descarada y que encima se lo creyeran. Porque vio la reacción de su madre de una aceptación sin duda alguna.
ESTÁS LEYENDO
Detrás del caleidoscopio
Teen FictionDiego no era un chico normal. Y lo sabía porque cada mañana tenía que ocultar esas cosas que lo volvían particular, cosas que no eran vergonzosas pero sí que causarían muchas preguntas y qué hacían que refiriera vestir de negro a donde quiera que fu...