Clases de baile

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Diego y Pablo habían estrechando más su relación, tanto que el primer acercamiento con Diana fue una invitación para comer en su casa. Había preparado croquetas de jamón para Diego, ya que según Pablo eran sus favoritas.

Después, Pablo y Diana tampoco tardaron él conocer dónde vivían Diego y Antón; no fue una cena sino más bien un almuerzo, en donde después de este, ambos chicos estaban consientes de que sobraban. Las miradas que sus padres se dedicaban lo evidenciaban. Por fortuna Diego tuvo una excusa perfecta para dejarles solos en su móvil. Eraldo le había enviado un mensaje.

-Tengo que ir a recoger algo, ¿me acompañas? Es en la academia que daba clases, me ha dicho el encargado que olvidé un par de cosas.

-Claro. Quiero ver que lo que Diego Bendicho se le ha olvidado.

Bajaron caminando, era viernes y no había particular necesidad de ir más a prisa. A Diego le gustaba compartir algunos detalles de su camino a la academia. Jamás había compartido mucho de su vida con nadie; incluso su padre desconocía muchas cosas que Pablo ya sabía.

-Uy, pero qué bonito es todo esto. No me lo imaginaba así -entrando en el edificio.

-¿Quieres ir a conocer?

-Claro.

Subieron y miraron las aulas vacías, algunas con pupitres y otros más con mesas largas que Diego ignoraba para qué podrían servir.

Cuando bajaron, Pilar y Eraldo estaban en el lugar de siempre, charlando de cosas vagas. Al ver a su amigo ambos se emocionaron y le abrazaron, él presentó a Pablo y este los miró. Eran mucho mayores que Diego, un detalle que no le había contado, ¿cómo sería vivir con amistades de ese tipo? ¿Qué podrían tener un par de casi treintañeros en común con un chico que a penas había cumplido los dieciocho años? Peor aún, ¿qué pudo haberles llamado la atención cuando fue más pequeño?

Cuando salieron, Pablo no se contuvo de preguntarle de nuevo de qué conocía a esos chicos. Claro que la respuesta fue su madre; Eraldo era hijo de una de sus amigas y Pilar había sido alumna de su padre durante ese año en Argentina.

-¿Nunca has tenido un amigo de tu edad?

-Tú eres mi único amigo de mi edad. El más grande es Manuel, un músico portugués que trabaja en un bar no muy lejos de aquí. Luego... están ellos... también antes de llegar a Valencia conocí a alguien en Málaga, tengo un par de amigos en Francia a los que no les he dado señales de vida en meses... Ah. Creo que Leslie puede ser de tu agrado -admitió recordando la llamada que había recibido el día anterior -, Tiene veintitrés. Es el más joven que conozco.

-Debe ser una chica encantadora.

-No. Leslie es chico, inglés. Es un amigo que conocí en Francia. Es el hijo de un cocinero de un restaurante que visité hace años, pasé noches corriendo con él por París.

-Pero... eso fue cuando tenías, ¿qué, diez u once años?

-Sí, más o menos. Él tenía como quince años.

-Madre mía.

La naturalidad con la que hablaba de aquello le era inaudita. ¿Cómo habrán sido todas esas experiencias? ¿Habrá tenido miedo en alguna de ellas? Diego no lo admitirá nunca, pero lo tuvo. A pesar de ser uno de sus mejores recuerdos, la noche para un menor resultaba de los más aterradora, pero ya no lo recordaba. Sólo le quedaba el momento alterado.

Quiso seguir preguntando sobre esa vida que no le había contado. Le había contado sobre Eraldo y Pilar y cómo se habían conocido pero... antes de eso no sabía mucho.

Detrás del caleidoscopio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora