Leslie les esperaba en el aeropuerto. Estaba nervioso, no sabía que podía esperar de aquella escapada. Diego casi nunca decía cómo se sentía y con aquella sorpresa se temía más problemas que alegrías. Pero tan pronto verlo sonriendo y mirando de manera cómplice con Dani, toda su pesadez se diluyó.
-Leslie... -dijo Diego tan pronto sonrió el pecho de su amigo chocar contra el suyo -, también te he echado de menos.
-Y yo amigo mío. ¿Cómo estás? ¿Ha mejorado? -sintiendo su mejilla.
-Ha sido una bofetada. No un mamporro -soltando una risa.
-He estado preocupado por vosotros, ¿habéis discutido esto? -viendo a lo lejos a Dani, que estaba hablando por el móvil con alguien.
-Sí. Ha prometido volver a hablarle a su hermana para resolverlo todo. No puede no hablarle a su hermana.
-¿Por qué hablarle a alguien que ha lastimado a alguien que quieres mucho? Ella ha intentado ponerse en contacto conmigo y me he recusado. Estoy muy enfadado con ella.
Diego lo vio. Su expresión era una mueca graciosa más que un gesto de enojo. Sonrió y lo dejó estar. Leslie era un chico bastante animado que no sabía lidiar con otro tipo de emociones, pero era cierto, aquel acto le había dejado un mal sabor de boca.
-¿Por qué dejar que el veneno te haga daño? -preguntó intrigado. Su amigo no se comportaba así.
-Porque la oscuridad crece en el vacío. Así que no tenemos que dejar huecos -dijo Leslie con un poco de temor.
-Y la oscuridad puede ceder para purificar la luz -soltando una risa y sujetando sus manos -. Créeme, no tiene sentido que yo confronte a Lidia, sería seguir ese juego y... -haciéndole que terminara la frase.
-Nosotros no somos así.
-Exacto -apretando sus manos -. No podemos permitir que las acciones malas nos consuman.
-¿Cómo fue que te aprendiste eso y no el resto de lecciones en el colegio?
-Porque tiene más sentido que "poner la otra mejilla". Y no hablemos de la compasión por el prójimo.
-Gracias a Dios que eres mi amigo.
-Leslie, hola.
-Dani, querido. Espero que haya sido un buen viaje.
-El mejor de toda mi vida.
-Bueno. Os llevo a casa y me platicáis con todo detalle.
Cuando Diego llegó a su casa Antón y Diana le recibieron. Pablo había tenido que salir con unos compañeros para arreglar algunas cosas para el nuevo curso. Subió a su habitación y miró que todo seguía como lo había dejado, a excepción de su abrigo y su móvil. Este estaba en la mesita de noche.
Miró un montón de mensajes sin leer, un par de Dani y otros más de Renato. Los abrió y eran propuestas para quedar para tomar algo antes de Navidad o antes de Año Nuevo. Lo dejó estar. Necesitaba entender y disfrutar en su cabeza todo lo que había pasado esos dos días con Dani. No podía creerse todo lo que había descubierto de su madre, de Dani y de él mismo.
La mañana siguiente habían decidido no verse, Dani tenía que poner su piso en orden y ver algunas citas con Lou que había dejado pendiente. Diego abrió su armario y vio el regalo que le había preparado a Dani por navidad. Había sido algo en lo que había trabando en sus momentos libres. Con un listón dorado envuelto en papel de seda rojo metido en una caja pequeña. Se la daría al día siguiente.
Antes de mirar la hora, su móvil comenzó a sonar.
-René hola. ¿Qué tal? Perdona por no coger el móvil pero lo he olvidado... sí, a Valencia... me encantaría.
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Detrás del caleidoscopio
Teen FictionDiego no era un chico normal. Y lo sabía porque cada mañana tenía que ocultar esas cosas que lo volvían particular, cosas que no eran vergonzosas pero sí que causarían muchas preguntas y qué hacían que refiriera vestir de negro a donde quiera que fu...