Flores azules

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¿Qué podría pintar en ese enorme lienzo? No estaba seguro de poder hacerlo, tal vez en YouTube podría encontrar un vídeo de la técnica que usó Da Vinci para pintar el Vaticano. Pero, no tenía una escalera muy alta... y ¿dónde podría comprar plástico para cubrirlo todo? Pero, ¿no sería agotador estar con el cuello inclinado hacia atrás todo el rato? ¿Cómo calcularía la cantidad de pintura? ¿Eso lo debería saber? Pero, ¿qué dibujaría?

Tenía las manos sobre su pecho y sus piernas dobladas se movían de un lado a otro mientras veía el techo de su habitación tumbado en el centro de su tapete verde. Podía pasar horas ahí en completo silencio admirando ese inmenso blanco.

Pero los pensamientos que Diego estaba gestando en su cabeza se esfumaron cuando sintió su móvil vibrar y su pantalla iluminarse cerca de su cabeza. No se movió sino hasta la tercera vibración.

Milo estaba a su lado, tumbado cerca de este y decidió no moverse de su sitio, Diego por su parte miró quien era. No era exactamente lo que estaba esperando, pero una llamada de Matías era mil veces mejor señal que verlo en su casa.

-Diego, hola. Mira, sé que teníamos práctica pero... se han venido unos amigos del pueblo y pues...

-No te preocupes -lo interrumpió, tratando de mantener ocultar su inmensa felicidad que le provocaba aquella declaración -, sé que en la vida hay prioridades y amigos que no hemos visto...

-Gracias por entender.

-Por eso somos amigos -remató la conversación antes de terminarla y soltar un pequeño grito de alegría. Tenía la tarde libre.

Pero Matías si había logrado percibir esa alegría en su tono de voz que lo dejó sin palabras.

-¿Qué pasa? -preguntó Renato al ver que su sobrino se quedó ausente frente el móvil al pasar por su habitación.

¿Eran amigos? ¿Desde cuándo?

-Diego me ha dicho que somos amigos.

-¿Y qué pasa con eso? -siguiendo su caminata hacia la salida.

-No estoy seguro, pero no me ha gustado cómo ha sonado.

-Porque quieres que seáis más que eso.

-¿Otra vez con eso?

Aquella reacción sí que extrañó a Renato.

-Hombre, perdóname por querer ayudarte.

Hubo un largo silencio mientras se dirigían al centro. Ahí habían quedado con sus amigos.

-Es que, él dijo que ha tenido novias.

-Como tú.

-Pero si él no es gay... -lo pensó mejor -, ¿cómo sé que soy gay? ¿Cómo el hecho de que me guste un chico me haga por automático gay? -mirando a Renato quien giró los ojos.

-Mira. Eso no te lo puedo explicar ahora, pero si crees que no es cierto esto de que te gusta Diego pues pa ti solo el marrón.

Lo peor es que mientras lo pensaba y más fuerte resonaba en su cabeza ese "por eso somos amigos" más se enfadaba, porque eso significaba que estaba siendo amable y él... él estaba tratando de captar su atención, cómo los había hecho con chicas.

-Cómo puedes estar seguro de que... ¡chicos!

——/:/——

-Voy a hacer la compra -escuchó desde el salón a su padre.

Diego se puso de pie corriendo solo para salir descalzo y detener a su padre. El día pintaba bien para salir a pasear el palmito.

-Te acompaño.

Detrás del caleidoscopio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora