Paredes blancas

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Un viernes, a días de que acabaran las clases, Diego estaba enfundado en un abrigo de plumas temprano por la mañana, en el Retiro. A su lado recostado estaba el cocker de Dani. Tenía su libreta pero estaba dejándose llevar por los sonidos y el sol que estaba saliendo de a poco. Entre su barrido visual se percató de una silueta conocida que iba andando con una sonrisa en el rostro. Se puso las gafas y miró que era Matías montado en su patinete.

-¿Qué haces aquí tan temprano? -haciendo un estruendo al apear abruptamente de su transporte que cogió en el aire con una mano y lo puso a su lado.

Diego sonrió y esperó a que volvieran a pasar para señalarlos. Pablo y Dani estaban corriendo, uno detrás del otro, siendo el último quien le daba ánimos para seguir y que desvió la mirada hacia Diego que le hacía un gesto de saludo.

-Vaya. Pablo haciendo ejercicio -pero un ladrido lo hizo volver a mirar al frente -¿Y este amiguito?

-Se llama Lou -acariciando su lomo.

-No sabía que tienes un perro.

-No. Es de Dani, yo tengo un gato.

-¿Dani?

Diego no supo que responder ante aquello. Se había dejado llevar por la emoción, pero lo cierto era que nadie, excepto su padre y Diana, sabía que tenía a Dani. Pero vio que Pablo y Dani estaban terminando de dar su última vuelta y se estaban acercando a él.

-No me habías dicho que... tenías un nuevo amigo -dijo Matías viendo a Pablo, que llevaba una camiseta de tirante negra, con una sisa un poco más grande de lo habitual, que dejaba ver su costado.

-Nos conocimos no hace mucho -respondió Diego un poco nervioso. Algo que notó Dani.

-Y estoy en proceso de que eso de amigos dure poco... -abrazando a Diego del vientre para hacerlo sonreír, no por lo dicho sino por la forma. Cuando estaba frente a todos, Dani se comportaba casi de manera mundana y algo resuelto -, por cierto. Me llamo Daniel -dándole la mano a Matías.

Diego llegó a creer que lo había hecho a posta. Matias jamás se había sentido tan mal por su aspecto. Pero ahora, ahí parado frente a ese chico corpulento, con la silueta ideal de trapecio invertido, brazos fornidos; en comparación con su cuerpo alargado y estilizado como el de Shawn Mendes parecía una burla en toda regla. Pensó, además, que jamás podría ofrecerle ese tipo de seguridad a Diego.

Tal vez por eso jamás se fijó en él. Tal vez era demasiado delgado y demasiado afeminado para su gusto.

-¿Y tú? ¿Has venido con Esteban? -dijo rompiendo la escena llena de testosterona que había en ese apretón de manos.

-Sí. Sí. Está por llegar... -dijo buscando más conversación.

-Me gusta ver que encontraste a alguien con quien hacer cosas juntos -alejando el tema de lo que era Dani para él.

Matías asintió y miró atrás; miró su móvil y respiró profundo.

-Tengo que irme -dijo sin más y con un abrupto tono neutral que llamó la atención de todos, dejándolo partir sin preguntarle nada.

-Claro...

-¿Y ese que le ha picado? -preguntó Pablo.

Diego hundió los hombros y cambió de tema. Matías volvió a su casa con la cabeza llena de dudas que no se había detenido a reflexionar y que ahora lo estaban consumiendo. Subió a la habitación de su tío, que estaba tumbado en su cama jugando al Xbox todavía en pijama.

-Es gay -dijo abriendo la puerta y siguiendo hasta la suya.

-¿Qué? ¿Quién? -preguntó Renato siguiéndolo a su habitación. Su respiración estaba agitada y estaba dando vueltas.

Detrás del caleidoscopio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora