Notas musicales

1.5K 168 49
                                    

La mañana siguiente miraba por la ventana. Estaba ya vestido esperando que apareciera por la esquina y lo hizo. Con las manos en los bolsillos de la chaqueta mirando a todos lados, con su guitarra en la espalda, sus largos pasos y su cabello sin peinar. Diego respiró profundo mientras seguía acariciando el lomo de su gato. Preferiría mil veces pasar el día con Milo que dar lecciones de música.

-Bueno Milo, tú te quedas aquí. Que no quiero que te esté manoseando -acomodando un poco la cama y los papeles, Milo tenía la maña de subirse al escritorio desde la cama y en algunas ocasiones le había tirado todos los dibujos.

Salió y echó llave a la puerta de su habitación y se dirigió al despacho de su padre. Era la segunda habitación que el sol llenaba por completo y en donde pasaba más tiempo su padre mientras estaba en casa.

-Padre, voy a dar lecciones de guitarra -poco convencido. No sabía realmente por qué no podía decir que no.

-¿A propósito?

-A la fuerza -confesó Diego haciendo morros y desviando la mirada mientras se colgaba del pomo de la puerta.

-¿Cómo es eso? -preguntó un poco preocupado.

-Ya te lo contaré todo más tarde pero ahora...

Antón miró a su hijo saltar del susto al escuchar el timbre. Salió y cogió la guitarra que no había usado en meses y que según recordaba había prometido no volver a tocar.

-Hola.

-Vamos a la terraza... -ignorando toda esa alegría sin fundamento aparente para Diego.

-Creí que lo haríamos en tu habitación -siguiéndolo, dejando poco espacio para la cotilla de mirar su casa, preguntándose con quien vivía.

-No. La tengo hecha un lío. Bueno... aquí -abriendo la puerta que daba una pequeña terraza que daba a la calle y que por fortuna llegaba un poco de fresco por un árbol que llegaba hasta ahí.

-¿No hay nadie en casa? -preguntó.

-Mi papá está en su despacho y mi mamá... en alguna parte de Europa del este. Bueno, primero que nada, las notas.

Dos horas después, Diego despidió a Matías que salió emocionado con un cuaderno de música, con notas básicas y algunas hojas sueltas que Diego había usado, ya que no le gustaba hacer anotaciones en los apuntes de otros porque no quería confundirlos. Había aprendido a identificar los acordes y logró con cierta dificultad tocar tres acordes del Himno a la alegría.

Esa tarde había sido tranquila, había visto otro lado de Matías, uno un poco más dulce, lleno de curiosidad y dispuesto a aprender. Algo que sin duda hizo sonreír a Diego.

-¿Ese era el chico? -pregunto Antón acercándose a su hijo, que lo veía desde la ventana.

-Sí.

-¿También es al que ayudaste con su historia?

-Sí. Se llama Matías.

-¿No será que le gustas?

Diego soltó una risa. La seguridad con la su padre dijo esa aseveración fue bastante graciosa.

-¿Por qué piensas eso?

Su padre, que había pasado mucho tiempo observando a su hijo, lo imitó hundiendo los hombros sin darle una respuesta verbal.

-Además, ¿dónde le ves a él que sea gay? No -dijo alejándose de la ventana -, él es sólo un chico muy hiperactivo qué tal vez necesita un poco de atención.

Antón miró a su hijo preocupado.

-¿Se lo has dicho a alguien?

-A nadie. Aún no estoy listo para decirlo.. de nuevo.

Detrás del caleidoscopio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora