Piezas revueltas

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Matías salió del edificio pensando cómo es que Antón tenía un hijo tan diferente a él. Por la risas burlonas que tuvo para él seguro que era más divertido. Pero su hijo... su hijo era totalmente diferente. Casi no hablaba o no era divertido y a pesar de eso lo tenía pensando en él. ¿Cómo alguien de un día para el otro te hacía dudar de todo lo que conocías?

-¿Tiras pa casa? -preguntó Esteban, que miró a su amigo caminar ausente y con una mirada distraída.

-Sí -acercándose a su amigo -. Hoy no tengo mucho ánimo de nada. Además que con lo que me ha dejado tengo como para no salir el resto de la semana.

-Hombre pues sube que te llevo -despegándose de su moto para subirse en ella.

-¿No es molestia?

-Hombre, me ofendes. Anda -estirando su mano con un casco en el extremo.

Cuando llegaron a su piso Matías seguía ausente.

-¿Te pasa algo?

-¿Mm? No. Nada, estaba pensando en la investigación que me ha dejado y encima no sé qué habéis visto hoy...

Esteban lo vio bajar y devolverle el casco.

-Toma. Puedes usar mis notas -dejándoselas en la mano -, nos vemos mañana.

——::///::——

Pablo tenía una bolsa de pipas en la mano que compartía con Diego. Esa mañana en particular no hablaban de nada. Y a pesar de haber comenzado el frío, estaban sentados en una esquina a la sombra, viendo pasar la nada sin mayor pretensión que esperar a que la clase de Pablo comenzara.

No tenían intención de nada más que estar sentados ahí. De Diego, Pablo estaba comenzando a aprender a vivir sin demasiada prisa; el orden que le generaba era increíble; tanto que no había pensando en que vivía en un constante estrés por llevar poco tiempo en Madrid y no conocer demasiado. Pero eso duró poco: en un par de días había conocido más de la mitad de las cosas que había querido conocer. Y ahora estaba ahí, pelando una a una cada pipa que se llevaba a la boca, dejando la cáscara en una bolsa de las tantas bolsas de papel que Diego cargaba siempre en su bandolera.

-¿De qué conoces a Matías? -preguntó Pablo rompiendo el silencio y viendo a ese chico a lo lejos conversando con sus colegas.

-Era alumno en la academia. ¿Por? -respondió sin despegarse de su cómoda posición, dejando una cáscara en la bolsa marrón.

-No lo sé. No parece el tipo de chicos que... puedan ser tus amigos -respondió con una mueca de desagrado al ver al chico en cuestión.

-Lo sé -fue lo único que dijo. También era algo que había pensado un par de veces -, no se arregla demasiado -viendo que incluso así tenía algo que podría llamar la atención.

-No me refiero a eso. Parece ser... muy efusivo con los chicos. ¿No es gay? -abriendo con sus dientes una pipa.

-¿Él? ¿Por qué crees eso? -viendo a su amigo y luego mirando al frente para ubicarlo entre toda la gente.
Siendo guiado con la mirada a la forma en que se comportaba con su compañero de clase.

-No -respondió de forma ligera al disipar esa idea tan absurda de su cabeza -, él es así -dijo zanjando el tema, tomando un puño, el último.

Pero Pablo seguía viendo la acción. Diego sólo veía un comportamiento salvaje entre dos chicos, haciéndose bromas pesadas que no eran más que una constante puesta en duda de la masculinidad, pero que al mismo tiempo parecía reafirmarla. Un terrible juego al que estaban sometidos algunos hombres. Algo que Pablo también lo creía y lo veía, pero Diego parecía que ignoraba los detalles que marcaban la diferencia o prefería omitirlos.

Detrás del caleidoscopio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora