Dani no tenía ningún problema con ir hablando con el móvil frente a él en mitad de Alcalá, con el sol y la gente en contra. Sus amigas estaban dispersas por navidad pero tenía que hablar con ellas mientras él tenía que hacer recados. Seguía preocupado por Diego que le estaban tratando de tranquilizar.
Ellas le conocían poco pero Luisa, según dijo, había visto en Diego un aura de confianza que no le parecía que había desparecido sin motivo alguno.
-Lo que tienes que hacer en calmarte. ¿Has pensado qué tal vez olvidó su móvil? -preguntó Dalia.
-No creo que eso sea posible. Nadie olvida su móvil en estos días, es una extensión de nosotros -dijo Clara.
Dani y las tres chicas se quedaron calladas ante tal comentario.
-Se supone que estamos animándolo -dijo Luisa.
-Pesada -dijo Raquel
-Perdonad -respondió avergonzada viendo a su amigo.
-No pasa nada de todas formas...
-interrumpió su comentario al desviar la mirada y ver a alguien conocido. - Chicas, tengo que irme. Os llamo luego. Chao -esperó el cambió de luz del semáforo para cruzar y acercarse al chico que estaba ahí sin más pretensión -. Leslie -guardando el móvil en su bolsillo y acercándose a ese inglés sentado en una mesa afuera de un restaurante solo sin pretensión alguna.Ignoró, por la prisa, aquella tranquilidad que tienen las personas sin preocupación alguna en cada uno de sus movimientos. La elegante distancia que separaba su espalda del respaldo y del cruce de piernas por debajo de la mesa. Una posición de alerta, por sí tenía que ponerse de pie y emprender la huida. En ocasiones el saber estar, y la incomodidad que genera, no es más que un síntoma de que es difícil entrar en confianza en cualquier sitio.
-Umm -dijo animado pasando el trago de vino que estaba tomando y se puso de pie para abrazarle -, Dani, cariño. ¿Qué tal va todo?
-Mal si te soy honesto.
-Sorry, ¿ha pasaro algo? -invitándolo a sentarse mientras él lo hacía. Dani aceptó una copa de vino, a pesar de que sólo le daría un trago. Tenía un semblante decaído y su aspecto no era el que había conocido. Se dejó caer en la silla, derramando su ser a lo largo de esta. Luego se incorporó y repasó con sus manos su rostro. Leslie sólo le veía aún más preocupado.
-No logro localizar a Diego. No me coge el móvil y... -recordando que era su amigo -. Sé que sois buenos amigos...
-Dime qué necesitas -dijo Leslie sonriendo, poniendo sus manos sobre las de Dani.
Le gustaba sentirse útil en momentos como ese, en el que no sabía qué decir o hacer. A veces se daba cuenta de que estaba tan alejado de la realidad, que el dolor o el miedo le eran totalmente ajenos, que no sabía cómo reaccionar ante personas que mostraban dichos sentimientos. Así que mientras más rápido podía cambiar el ambiente mejor se sentía y podía volver a ser esa persona burbujeante que era.
-El móvil de Antón o de Pablo.
-Claro, tengo los dos. ¿Pero que ha pasado para que no te coja el móvil? -sacando el suyo de su maletín, puesto en la otra silla, a su izquierda.
Dani miró la mesa. Leslie estaba leyendo un libro pequeño y grueso con una copa de vino una tarde a principios de enero en pleno atardecer. Parecía el tipo de chicos que no tenían de qué preocuparse, qué tenía tiempo par acciones tan mundanas como esa copa de vino.
-Perdona -sacándolo junto con sus gafas de lectura -, pero es que lo uso muy poco y me llaman mucho menos así que... vamos a ver... aquí. Listo -bloqueando de nuevo su móvil -. ¿Todo está bien entre vosotros?
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Detrás del caleidoscopio
Teen FictionDiego no era un chico normal. Y lo sabía porque cada mañana tenía que ocultar esas cosas que lo volvían particular, cosas que no eran vergonzosas pero sí que causarían muchas preguntas y qué hacían que refiriera vestir de negro a donde quiera que fu...