Lidia estaba esperando a su hermano en un restaurante. El favorito de ambos durante años. Dani llegó con la sonrisa puesta algo agitado, había creído que llegaría tarde.
-¿Vienes de ver a las chicas?
Dani se quedó petrificado un instante, luego rectificó y confirmó aquello que su hermana creía.
-Sí, sí. Las chicas. Te mandan recuerdos.
-Tan monas ellas. Luisa es un encanto y es muy guapa.
-Sí -dijo Dani queriendo que su hermana no dijera aquello -, eso dice su novio... -tomando de inmediato el vaso con vinillo que le habían ofrecido.
-Oh. Una pena. En fin, ¿qué hay de nuevo?
En todos esos años no había podido decirle a su hermana que las chicas no eran lo suyo. Y peor aún, no podía decirle que quien ahora consumía todo su tiempo era Diego, a quien había dejado hace poco menos de veinte minutos en el metro para ir con Antón, Diana y Pablo a comer con Leslie. Le daba la sensación de que su hermana no lo entendería del todo y podría enojarse de algún modo con él.
Y es que Dani tenía miedo de que su hermana le dejara de querer. Era la mayor y era mucho más aguerrida y con un carácter basto que él tanto que jamás había hablado con ella de sus complejos, prefiriendo buscar una actividad deportiva para desahogarse y demostrarle que era igual que ella.
-Un amigo de Diego nos ha invitado a una fiesta antes de navidad -dijo mientras le servían pescado a la andaluza.
-¿Un amigo?
-Sí, es británico. Y Eraldo le prestó la academia para hacerla.
-Vaya. Que astuto, ¿sigues hablando con él? -preguntó Lidia tomando un trozo de carne.
-Sí. A veces salimos. Nos hemos hecho buenos amigos.
-Vaya. Pues yo hace tiempo que no le veo, al parecer tampoco Eraldo, con quien charlé la semana pasada. No me había contado nada.
-Sí, fue hace sólo un par de días que se lo pidió.
-¿Estabas con él?
-Sí.
-Vaya.
-Sí -insistió una última vez Dani -, puedes llevar a Fran.
Pablo y Diego volvieron juntos el último día de clases. Decidieron quedar para comer juntos como una familia normal, haciendo una escala en el buzón para recoger las cartas y boletines. Entre ellas había una para él.
-Es del instituto... -anunció Diego mirando el remitente, cerrando su buzón y subiendo las escaleras.
-¿De nuestro instituto en Valencia?
-Sí... -sacando una tarjeta -, parece una invitación para una reunión de ex alumnos de nuestra generación.
-¿Una reunión? -mirando la invitación -. No sabía que eso se hacía.
-Pues parece que sí -respondió Diego mostrándole la tarjeta. Seguro la de Pablo había llegado a su casa en Valencia. -¿Quieres ir? -preguntó desviando por fin la mirada de esa carta.
-¿Tú quieres ir?
Diego hundió los hombros y bajó la mirada para guardar la tarjeta pensando en que era un gran detalles eso de la tarjeta. Hubiese pensado que un correo electrónico era más rápido.
-Abre -dijo Diego revisando las demás cartas, facturas en su mayoría. Pablo asintió reo dando que Antón se la había dado, a él y a su madre. Era parte del acoplamiento provisional que había incluido La reforma de la habitación cerca de la de Diego para Pablo. Todo habían decidido irse a vivir ahí hasta el próximo año, así podrían pensar cuál sería el mejor barrio para su nueva casa.
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Detrás del caleidoscopio
Novela JuvenilDiego no era un chico normal. Y lo sabía porque cada mañana tenía que ocultar esas cosas que lo volvían particular, cosas que no eran vergonzosas pero sí que causarían muchas preguntas y qué hacían que refiriera vestir de negro a donde quiera que fu...