-¡Ya estamos aquí! -anunció Matías desde la puerta de la habitación de Diego temprano por la mañana.Diego se había liado al ver que tenía muchas más cosas de las que había pensado: libros, libretas, materiales de papelería y un montón de cosas más de las que quería deshacerse. Pero seguían teniendo cierta utilidad. Así que había llamado a todos Matías y a René para que le ayudaran.
-Gracias por venir. Podéis echar una mirada, aquí están -señalando las piezas perfectamente acomodadas en el lugar donde solía estar su cama.
Una maravilla a simple vista para los amantes de la lectura y la papelería. Tenía más de setenta libros que había decidido no llevar de un total de doscientos cuarenta y cinco; y poco más de noventa y cinco libretas de todos tamaños y colores, de las cuales Pablo había tomado quince. Pinceles, lápices de colores, rotuladores, gomas y sacapuntas todos en su mayoría nuevos o con pocos usos.
-Tal vez os sirvan para dibujar o escribir -dijo Diego recalcando el valor de cada pieza. Lo que sobrara lo donaría a organizaciones en favor de la educación.
René se abalanzó primero sobre los libros. Le picaba la curiosidad saber qué clase de literatura tenía Diego en sus libreros. Pero Matías estaba más preocupado por lo que le estaba pasando a Diego, quería saber qué estaba ocultando, saber si estaba llevándolo mejor a cómo lo había visto hace un par de semanas, pero la verdad es que no sabía cómo abordar el tema sin resultar obvio o sin que Diego se asustara y se cerrara.
Pero René no se lo estaba poniendo fácil.
-¿Seguro que me la puedo llevar? -cogiendo dos hermosas libretas de El principito, ambas de Mont Blanc.
-Claro. Tengo otras cinco iguales, puedes coger las dos.
-¡Gracias!
-Iré por las bolsas que os he preparado para este caso.
Cuando se fue, Matías tuvo la oportunidad de acercarse a la bolsa de basura que tenía cerca y coger una punta de algo en un color rojo intenso. Cuando tiró de ella, un rebujo subió con este y sin tiempo a sacarlo por completo, guardó el rebujo en su cazadora.
-¿Qué haces? -susurró René al ver lo que hacía Matías.
-¡Aqui están! -dijo Diego volviendo a la habitación -a ver, tengo una roja y una azul, ¿cuál quieres?
Veinte minutos después, René salió con una enorme bolsa azul con veinticinco libros y doce libretas. Matías salió con doce libros y treinta libretas y algo más interesante.
-Gracias.
-A vosotros. Y apurad, que más tarde nos vemos donde Manuel.
Una vez en la calle, Matías decidió sacar lo que había entre las hojas arrugadas. Y vio un collar para perro que ponía Lou. Era otro regalo para Dani.
-Pues parece que lo lleva bien, ¿no te parece? -admitió René acomodando el asa de su bolsa.
Pero su sobrino no le respondió. Estaba centrado en deshacer los papeles en los que estaba envuelto aquel collar. Y fue sorprendente: había una fotografía que tenía una cuadrícula en tinta roja y un dibujo de la fotografía. Era un retrato de Dani, que Diego había comenzado pero que, por lo que había pasado, no terminó de hacer y sin más lo desechó.
Se sorprendió porque había visto guardar todos sus dibujos en carpetas. No se había deshecho de ninguno a pesar de que algunos no eran más que rayones sin sentido, como lo había dijo Diego. "Pero no estaban mal para tenerlos de archivo y reírnos después" recordó sus palabras.
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Detrás del caleidoscopio
Teen FictionDiego no era un chico normal. Y lo sabía porque cada mañana tenía que ocultar esas cosas que lo volvían particular, cosas que no eran vergonzosas pero sí que causarían muchas preguntas y qué hacían que refiriera vestir de negro a donde quiera que fu...