Diana y Antón entraron en su nueva casa y en salón ya les esperaban cuatro chicos con libreta en mano para poder organizar la boda de la pareja.
-¡Habéis llegado por fin! -exclamó Pablo con emoción. -Tenemos mucho que hacer y abarcar así que vamos a darle chicha.
-Vale -aceptó Antón sentándose junto a Diana, cogidos de las manos. Con una ilusión que hizo que todos los miraran llenos de ternura -, primero que todo: el lugar.
-Pues en Nuestra Señora del Rosario, como debe ser -respondió Santiago con toda la naturalidad y confianza de alguien que conocía el más puro saber estar madrileño.
-Pero tiene que ser pequeño. No os queráis venir arriba con esto, que ya no tenemos edad...
-Que sí hombre. Que sí -dijo Santiago llamado por teléfono -, hola qué tal. Llamo para reservar una fecha para una boda. Claro, todos los papeles al día, sí, como debe de ser... pues sí... hombre por favor, claro que todos los padrinos están casados... Sí, cien personas -haciendo anotaciones -. Sí... pues... ¿dentro de dos meses? -preguntó mirando a los novios asustados que asintieron con la cabeza -. Sí... claro. ¿Con quien tengo que hablar para que sea el arzobispo? -haciendo más anotaciones de todo lo que decían -, pues eso. En la fecha que él pueda... sí... eso. Pues nada. Sí, este número. Perfecto, gracias. Listo, primero tienen que veros para trámites y ver que no os estáis casando a la fuerza y todo eso que se hace.
-¿El arzobispo? ¿Pero dónde quedó lo de algo discreto? -preguntó Antón preocupado. No había pensado que su ceremonia sería así de ostentosa.
-Hombre por favor, que no podéis casaros en pleno Salamanca con cualquier sacerdote. Hay que hacerlo como Dios manda, ah. Y por si no ha quedado claro, esto corre por mi cuenta, como regalo de bodas. Bueno -puntualizó -, uno de mis regalos de boda.
-Ay madre, pues vale, gracias -respondió Diana.
-Nada guapa. Por vosotros lo que sea. Por vosotros y por vuestra felicidad. Otro punto, el pastel... -dijo Santiago.
-El pastel claro que lo hace mi padre, faltaba más; será de cuatro pisos, rectangular; con vuestra foto en el centro y glaseado hecho de mil flores doradas... o rosas. Tendremos que hacer pruebas -dijo Leslie, dispuesto a mostrar que también podía ofrecer algo igual de grande e importante como que los casara el arzobispo -. Y el banquete. Voy a preguntarle a Paty si tiene algún conocido en Madrid que tenga una terraza.... y ¿habéis pensado ya en el menú? ¿Sois más de carne o de pescado? Bueno. Os trataré propuestas mañana mismo, tengo que hacer llamadas... -saliendo de la habitación. Esa conversación era un poco más privada.
-Madre mía... -dijo Diana, asustada. Jamás pensó que su boda iba a ser planeada por cinco chicos, demasiado entusiastas -. Es oficial. Esto ya se salió de nuestras manos -viendo a Antón con una risa nerviosa.
Antón lo miró igual de nervioso pero seguro de que la quería y la hizo recordarlo con un apretón de manos.
-Es muy dadivoso -aseguró Diego tomando nota de lo que estaba quedando -. Y muy competitivo -viendo a Santiago.
-Ya lo veo. Pero bueno -respondió dejando pasar el asunto.
-A ver, más cositas... el vestido -anunció Diego.
-Jorge Vázquez por supuesto -aseguraron madre e hijo.
-Pero nada de prêt-à-porter. Uno a medida, que puedas heredarme y yo a mi hija. Si es que algún día tengo -aseguró Pablo apuntado en lo libreta que tenía que llamar al estudio del modisto.
-Y para papá... ¿crees que Juan haga chaqués? -le preguntó Diego a Santiago mordiendo la goma del lápiz.
-¿Avellaneda? Sí, yo creo que sí. A pedido obviamente. Sólo habría que aclararle que es una ceremonia seria y que no queremos lentejuelas -afirmó tomando nota -. Seguro que lo hace encantado.
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Detrás del caleidoscopio
Teen FictionDiego no era un chico normal. Y lo sabía porque cada mañana tenía que ocultar esas cosas que lo volvían particular, cosas que no eran vergonzosas pero sí que causarían muchas preguntas y qué hacían que refiriera vestir de negro a donde quiera que fu...