Creciente

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Apenas la vi, comencé a mover desesperadamente mis piernas, mis manos estaban temblorosas, como pude me puse de pie y la saludé. Noté que estaba un poco distante y mis nervios incrementaron, volví al suelo esta vez acompañada por ella y nos sentamos en dirección al sol.

No sé por donde empezar, lo que pasó ayer me tiene demasiado confundida - dijo - no sé, como continuar después de esto, no sé si está bien o está mal, tengo demasiados sentimientos encontrados.

-Sé que cometí un error y quiero disculparme. Pero también tengo que ser honesta contigo.

Estaba bastante nerviosa mis manos no paraban de temblar pero había decidido ser sincera con ella así que le dije - Isabella, tú me gustas. No pretendo que me quieras o me aceptes, sólo necesitaba dejarlo salir, ya no puedo negarme a mí misma lo que siento.

Se quedo callada por un buen rato, no decía nada, me puse demasiado nerviosa y me levanté dispuesta a irme.

¿Adónde vas? - preguntó.

- Me voy, es evidente que arruine todo cuando involucre mis sentimientos, tengo que alejarme.

Alzó su mirada y me contestó.

- Alejate si quieres pero si quieres que sea completamente honesta contigo, es necesario que sepas que me enamoré de ti.

Sentí como si el mundo se detenía, me quede inmóvil, no sabía que hacer o decir, ella seguía viendo hacía el horizonte, mientras yo estaba atravesando un viaje de sentimientos y emociones, cuando me reincorpore, me senté a su lado y no dijimos nada en un buen rato.

Estaba perdida en mis pensamientos cuando la sentí recostarse en mi hombro, salí de aquel trance y tome su mano, ella alzó su cabeza para mirarme a los ojos dejando una sonrisa en el aire, entrelazo sus dedos con los míos y volvió a ver hacía el horizonte, donde ya el sol estaba dando su espectáculo mientras se escondía.

Y así nació nuestro amor, en medio de una tormenta de emociones durante un atardecer.

La otra cara de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora