Salimos de su casa sin tener un destino fijo, solo comenzamos a caminar y hablar hasta que llegamos a un parque, ahí nos sentamos en el césped y seguimos conversando.- Entonces háblame de ti. ¿qué te gusta hacer? - le cuestioné
- Me gustan demasiadas cosas, me gusta la adrenalina, la música, dormir, salir con mis amigos, estar con mi familia, demasiadas cosas más, pero me pasa que son tantas que cuando me hacen esta pregunta no sé que decir.
Sonreí ante su respuesta, la verdad se notaba que era una persona llena de energía.
-Bueno y a ti ¿qué es lo que te gusta? - pregunto.
Me quedé pensando un poco en mi respuesta, mientras ella esperaba atenta para escucharla.
- Me gustan las cosas simples, las personas honestas, me gusta la música y lo que transmite, la luna tan brillante y misteriosa al mismo tiempo. Me gustan los pequeños momentos de soledad, los disfruto.
- Puedo intuir que eres un poco recóndita y eso me parece interesante.
Alzó su mirada al sol y luego cerro los ojos y me preguntó.
- ¿No te parece interesante?
- ¿Qué cosa? - le dije
- El sol, mira nadie puede verlo por mucho tiempo es tan intenso, tan grande ¡Me parece fascinante!
Definitivamente que escucharla hablar de las cosas que le gustaban era bastante interesante y ligeramente lindo.
- Pues la verdad es que si, pero sinceramente me apasiona más la luna - le dije.
Saqué de mi bolsillo un cigarrillo, el cuál apartó rápidamente de mí mano.
- ¿Por qué haces esto? Es un hábito horrible - dijo, mientras rompía en dos el cigarillo.
- sinceramente no tengo idea.
- pues ya no lo hagas más, es horrible.
Arrojó el cigarro a la basura y cerró sus ojos para recostarse en el césped, hice exactamente lo mismo que ella, me deje caer sobre aquella hierba verde.
La calma que se sentia en aquel lugar era incomparable y definitivamente que la compañia era casi perfecta.
Había caído la noche así que ya estábamos de regreso a su casa, al llegar pasé a retirar mis cosas y me despedí con un beso en la mejilla saliendo de aquel lugar en total tranquilidad.
Era demasiado extraño, pero Isabella me había dado paz, quizás no era su intención pero lo había logrado.
Oye Lau - escuché su voz a mis espaldas, giré repentinamente y la vi en su puerta con algo entre sus brazos - tu chaqueta - me dijo.
Camine en su dirección y al llegar a ella extendió la mano entregandome mi abrigo.
Me dió las gracias y dejo salir una enorme sonrisa.
Difinitivamente tenía unos ojos hermosos y esa sonrisa si que le hacía juego.
ESTÁS LEYENDO
La otra cara de la luna
أدب المراهقينSomos responsables de decir si venir a la vida o irnos en el primer respiro.