Cuarto Menguante

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No te mereces alguien como yo, soy inestable y peligrosa, no quiero lastimarte, te amo tanto y de tantas maneras que prefiero alejarme antes de romperte o peor hacer de ti un reflejo de lo que hoy día soy. Quiero que entiendas que lo que estoy haciendo hoy por ti es la prueba de amor más grande que he dado en mi vida, no te merezco, soy demasiada poca cosa.

Le hablaba a la luna, guardaba las esperanzas de que ella le diera mi mensaje, después de apartarme y dejarla sola en aquel lugar, vague por las calles hasta llegar a casa, el sabor de sus labios sobre los míos eran un castigo.

¿Qué sigue? — me cuestione.

Se supone que había tocado fondo, aunque sentía que ya estaba muy hondo para mí, no era capaz de lidiar conmigo ni con mis demonios, no quería seguir haciendo daño, no quería seguir sintiendo todo este ruido dentro de mí, no quería seguir teniendo pesadillas tampoco quería seguir viendo a mi madre destruirse junto conmigo.

Me mire frente al espejo y la imagen que aquel reflejaba me aterrorizo, era lo que alguna vez había odiado con todo mi ser, era aquel hombre que nunca quise ser, era su reflejo, me había condenado a ser un monstruo como él, yo misma era culpable de aquella situación.

De pronto mi mente comenzó a trabajar rápidamente, imágenes repetitivas, gritos, llanto. Recordé el impacto de su mano contra mi cara aquella primera vez. Vi la imagen reflejarse justo ante mí.

Ahí estaba, echada a la orilla del mueble llorando pidiendo que por favor no lo hiciera, sentía el miedo recorrer cada parte mi cuerpo. Gritos y más gritos, hasta que aquella mano impactó con tanta fuerza en mi rostro que pensé que mi cabeza saldría volando, de mi nariz comenzó a correr sangre, me sentía mareada. Cuando logré estabilizarme lo vi pero no era él... Me vi a mí, el monstruo era yo... ¡Era yo!

Me recoste sobre la cama, estaba muy cansada como si hubiera corrido una maratón y tuviera que recobrar el aliento. Todas las sensaciones que deberían haberse agudizado se comenzaban a difuminar ante mis ojos.

Pensé — Así debe ser la muerte.

¿Muerte? Quizás esa era la respuesta.

La otra cara de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora