Cuarto Menguante

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Llegó la mañana y con ella un fuerte dolor de cabeza, otra noche sin dormir - me dije al mirarme frente al espejo, lave mi cara y fui por un café, mi cara estaba hecha un desastre, ni siquiera podía ver la luz del día sin que me dolieran los ojos. Me senté en la mesa a beber mi café mientras ojeaba las páginas del periódico.

Estaba a punto de terminar cuando sonó el timbre - MAAAAA - grité esperando que fuera y abriera pero ella no apareció por ningún lado, aquel aparato seguía sonando, abrí aunque hubiera dado lo que fuera por regresar el tiempo y no hacerlo.

- ¿Qué haces aquí?

- Necesitaba verte, ¿Quiero saber cómo estás?

- Es evidente como estoy, no me ves... estoy hecha nada.

Me estaba doliendo demasiado tratar a Isabella de esta manera pero era hora de alejarla de una vez por todas, no quería seguír haciéndole daño.

- Amor, estoy para ayudarte.

- No me digas amor... y por supuesto que no, no voy a dejar que pases por esto.

- No te estoy preguntando si quieres Laura, te prometí hacerlo y pienso cumplirlo...

Se me estaba haciendo demasiado difícil esto pero no había vuelta atrás.

- Debes encontrar a alguien que esté bien, alguien que no tenga todos estos problemas. - respire profundamente - ¡es mejor que terminemos!

- Yo quiero estar contigo, quiero quedarme a tu lado, vas a salir de esto.

- ¡No Isabella, no quiero! - en ese instante sentí como se terminaba de romper todo lo que tenía por dentro.

- Lau yo.. ¡que demonios!- mire en su dirección y noté que había visto mis brazos cortados.

- Es mejor que te vayas Isabella.

Cerré la puerta, estuve a punto de abrirla y correr a sus brazos pero no podía, me estaba derrumbando y no iba a llevarme a nadie conmigo.

La otra cara de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora