Cuarto Menguante

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Quería estar sola, no quería tener que escuchar las explicaciones de mi madre, no entendía porqué permitió que me lastimara de esta manera, todos esos malditos momentos donde me sentí insuficiente para él, jamás le encontraré sentido a esto, ¿acaso me lo merecía? Me cuestione.

En mi mente cada uno de los recuerdos amargos a su lado hicieron acto de presencia, como aquellos tantos cumpleaños donde espere que apreciera y nunca llegó, ni siquiera una maldita carta o aquella otra ocasión donde me fui llorando a casa después de esperarlo toda la tarde en el parque viendo como los otros niños iban a jugar con sus padres, mientras yo le rogaba por algo de cariño al mío, ¿por qué no me detuvo? ella sabía que él no me quería, maldición era una niña...

Los pocos recuerdos felices comenzaron a llegar a mi mente pero fueron empañados por los momentos grises, desilusiones, golpes, maltratos. De pronto aquella habitación comenzó a hacerse pequeña, sentía la falta de aire en mis pulmones, me saqué de golpe la vía del suero intravenoso que me habían colocado. Sentía rabia, tenía un dolor en el pecho que me estaba quemando por dentro, estaba ahogando un grito, mis ojos estaban nuevamente empañados, luché hasta que no pude más, no podía seguir exigiendome fuerzas, no tenía, así que grité, lo hice. Lloré como nunca y dejé salir todo lo que había reprimido durante años.

Inmediatamente entraron dos enfermeras a la habitación, intentaron calmarme pero yo no podia parar, una de ellas buscó una jeringuilla y me inyectó directamente en el brazo, me recostaron en la cama, las lágrimas seguían presentes, al girar mi cabeza hacía la puerta la vi, estaba llorando, tenía cara de miedo, intenté decir algo pero el líquido que había entrado en mis venas ya estaba haciendo efecto, sólo pude decir - perdón - antes de dormirme.

Cuando desperté, ya eran pasadas las doce de la noche, lo que sea que me pusieran esta tarde me había hecho dormir bastante, recordé que la vi justo antes de dormirme y llamé a las enfermeras, cuando entraron pregunté por ella pero ya se había ido a casa, me dijeron que regresaría mañana después de clases que eso había dicho mi madre.

Isabella... pensé en ella, en lo que estaba haciendo por mí y en cómo le estaba haciendo daño. Recordé su carita esta tarde, el miedo que reflejaba, me sentí tan mal en ese momento, quería llorar otra vez, ella no merecía esto, no merecía algo como yo. Tenía que alejarme de ella no podía seguir haciéndole daño.

Me sentía cansada y con algo de sueño quizás era el medicamento que aún vagaba por mi sistema, mis ojos fueron cediendo hasta que nuevamente caí en los brazos de Morfeo.

La otra cara de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora