Al amanecer siguiente, Kaly se levantó muy temprano y el caballero comandante la condujo al patio de armas tal y como había prometido, pero su ilusión se vino abajo estrepitosamente cuando contempló la línea de mujeres que se habían formado en la armería.
El día estaba bastante oscuro y frío, las nubes ocultaban los débiles rayos del sol, no obstante, Kaly no había tardado en descubrir que el Castillo Oscuro era un poco más cálido que Sarkya, ya que su ésta se encontraba un poco más cercana a las cimas de las montañas más agrestes y templadas que cualquier otro señorío.
Pese a que estaba acostumbrada a llevar con orgullo la capa tejida con los colores y el emblema de su casa, aquella mañana optó por dejarla en su cámara y ponerse, no un vestido como siempre acostumbraba, sino un pantalón de tela gris algo hosca pero flexible que le permitiría moverse con algo más de libertad en su entrenamiento.
Había alrededor de ocho a diez mujeres arrebujándose en sus capas con una incomodidad ostensible. Lucían vestidos delicados cerrados sobre sus cuerpos delgados y esbeltos con broches que imitaban oro y plata; saltaba a la vista el repudio que sentían por el patio de armas donde pululaban los mosquitos, los gritos de los hombres combatiendo ya sudorosos y las mujeres fregando pisos.
Kaly las observaba con mucho más fastidio del que ellas contemplaban el fango que había allí como rezago de las lluvias más recientes. Todas ellas cambiaron sus gestos asqueados en cuanto ella llegó y mostraron sus sonrisas deslumbrantes y nada genuinas cuando hicieron su reverencia. No había nada que aquellas jóvenes consentidas y vanidosas pudieran enseñarle sobre combate en el campo y Xaro lo sabía, el insulto tan explícito por parte del caballero, resultaba humillante pero ella no dejó que se le notara demasiado cuando volvió la vista hacia él.
—¿Quiénes son estas jóvenes, comandante?
—Son las hijas de señores de casas nobles, provenientes del otro lado del río. Han sido enviadas desde sus castillos para enseñarle, mi señora, como usted lo ha pedido — contestó el caballero esbozando un gesto serio que no llegaba a sus ojos, los cuales parecían sonreír con la inconformidad de Kaly — . Todas ellas han aprendido a usar el arco y algunas han sido espadachines.
Los impulsos más férreos la empujaban a despedir a todas aquellas jóvenes de inmediato para poder buscar un verdadero maestro, pero recordó que el comandante había dicho que eran hijas de señores de castillos, y a pesar de gobernar en casas menores, una reina debía exhibir cordialidad y diplomacia, además no convenía herir el orgullo de señores con los que tal vez algún día necesitara establecer alianzas.
Kaly se acercó para tomar las manos de cada una de las jóvenes y palpó la piel suave y tersa de sus dedos, luego observó las durezas y callosidades en las suyas como resultado de estirar su arco una y otra vez hasta lograr una mejor posición para dirigir la flecha. Rememoró la vez en que, años atrás, tensó tanto la cuerda en un entrenamiento que esta se reventó y le dió en el brazo izquierdo donde aun conservaba una línea sutil como cicatriz.
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Reinos Oscuros, Libro I
FantasyPublicada en físico por UNIVERSO DE LETRAS, sello de la Editorial Planeta, también disponible en Ebook. Registrada en Derecho de Autor, Colombia. Kalyana, la joven princesa heredera de Sarkya se encuentra sumida en la melancolía por los trágicos suc...