Capítulo 19 🏹 La pequeña Vikura

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Kaly y su madre se encontraban solas en la cámara de Bastenon. Orfela no había dejado de recorrerla con sus ojos verdes y Kaly casi podía asegurar que había orgullo en su mirada.

Ella estuvo a punto de conducir a su madre al Recinto Real, pero los caballeros estarían flanqueando la entrada y la pasarela que daba al trono de Bastenon. Además, el eco que despertaban los altos muros, no les ofrecería la privacidad que iban a necesitar.

—Estoy muy satisfecha al verte ahora, Kalyana — confesó, tomando asiento —. Serás una gran reina. Nunca esperé menos de ti.

Orfela Leskuren lucía elegante y propia, como siempre, con un vestido negro de pliegues amplios y la capa azul que exhibía el blasón de Sarkya.

Kaly notó las diferencias entre ambas y casi se echó a reír, nadie que las viera por primera vez diría que eran madre e hija. Ella aun tenía la armadura puesta, la espada de entrenamiento envainada y las botas de combate un poco desgastadas y sucias. Las manos de Orfela eran delicadas, pálidas y pequeñas, mientras que las suyas estaban encallecidas y sus dedos tenían pequeños cortes nuevos y antiguos.

—¿Cuándo van a casarse tú y el Rey? — inquirió Orfela.

Kaly se tomó un momento para armarse de valor porque sabía que a su madre no iba a gustarle oír lo que estaba por decir.

—Han... pasado muchas cosas, madre — titubeó un instante —. Cuando esté segura de casarme con Bastenon, serás la primera invitada a la ceremonia en el Santuario Kandro de la fortaleza.

—¿No estás segura? — repitió, palideciendo.

—La verdad es que no — contestó con cautela, la conversación había empezado por mal camino y no parecía que pudiera mejorar —. El príncipe Edron invadió el Castillo Oscuro hace más de cinco lunas.

—Lo sé — repuso Orfela —. Los mensajeros llegaron a Sarkya hablando de lo valiente que había sido la futura reina del Norte — un destello de complacencia se apoderó de su semblante —. Dicen que te negaste a huir y que expulsaste a tus enemigos, evitando que se adueñaran de la fortaleza.

—La presencia de los príncipes Asmekuros y la intervención de la hermana del Rey fueron imprescindibles para evitar la invasión — repuso —. Yo no hubiera podido contener a los sureños de no haber sido por ellos y por los guerreros y caballeros del Castillo Oscuro.

Orfela asintió con gravedad y cruzó sus manos sobre el regazo.

—Aún no comprendo en qué se relaciona el Asedio al Castillo Oscuro con el hecho que el Rey y tú no se hayan unido aún ante los Dioses.

—El príncipe Saravenkot venía por mí — aseveró sombría —. Muchos hombres murieron sólo porque yo me negué a irme con él al Sur — cruzó los brazos sobre el pecho para ocultar su inquietud y se apoyó en uno de los barandales del lecho —. Sé que Edron volverá y no quiero que el Rey y los habitantes del castillo sufran una nueva invasión. Cancelaré mi compromiso con él, si considero que mi presencia aquí no es buena para el reino.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora