Capítulo 32 🏹 Veneno y sangre

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Mis lectores,


Como ya lo he mencionado antes, la música es un eslabón muy importante en mi ritual de escritura y he encontrado una inspiración muy fuerte en ella.

Este tema es más que apropiado teniendo en cuenta los acontecimientos y escenarios de este capítulo.

Espero que escuchen esta canción mientras lo leen y que puedan llegar a sentir que están en medio del Mar Irkaso, en los navíos de guerra, luchando batallas y viviendo aventuras al lado de la comandante de los Akeryos. Porque yo de verdad sentí que estaba ahí, con ella.


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Noventa y cuatro naves Akeryas surcaban las aguas del mar Irkaso con casi cinco mil guerreros y guerreras a bordo. Setenta pertenecían a los Akeryos que Gaero había llevado a las islas y el resto eran las embarcaciones construidas por los Hermanos de la torre.

Transcurría el segundo día de navegación y el viento helado soplaba favorablemente hinchando las velas de los navíos como si respiraran. Llegarían a Puerto Yermo al anochecer del día siguiente.

Oryana viajaba en una embarcación a la que Rokken había nombrado el "Norteño Leal", y contemplaba, desde la cubierta de proa, el basto horizonte marítimo que tenía frente a sus ojos. El incesante traqueteo del barco al avanzar hacía crujir la madera y de vez en cuando, se sacudía fuertemente cuando las olas golpeaban contra los enormes cascos.

Cuando se marchó del Castillo Oscuro mucho tiempo atrás, trató de enterrar su pasado como la princesa de Sarkya y su corazón se había hundido en un abismo insondable al aceptar la idea de que tal vez nunca regresaría al Norte y que no volvería a ver el rostro orgulloso de Bastenon Iskaleon el resto de su vida.

Pero estaba regresando y jamás se había imaginado que lo haría como la comandante de los guerreros Akeryos. Sin embargo, ahí estaba ella, con su capa celeste ondeando al viento indomable, con el arco de su hermano Devron en la espalda, los dos eslabones de plata enroscados en su brazo y una mirada firme en el rostro.

También llevaba el archa cruzada sobre su espalda en una funda de cuero. Acostumbrarse a su peso constante y aprender a esgrimirla con la suficiente fuerza no había resultado tan difícil como evitar que las hojas arqueadas le hicieran pequeños cortes en el cuello y los hombros mientras lograba habituarse a caminar con ella.

Desde donde estaba, podía ver con claridad los gigantescos remos de las otras embarcaciones subir y luego hundirse en el mar en una armonía casi irreal. Se movían como las alas de un pájaro enorme. Un ejército de pájaros enormes en el mar.

Y la imagen de los príncipes Asmekuros vino a su mente.

Aruno estaba en uno de los bordes de proa, y apretaba tanto la madera que sus nudillos estaban casi morados. Oryana se preguntó si él pensaba en Eduryon tan a menudo como ella en Bastenon.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora