Capítulo 27 🏹 Deslealtad

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—¿Por qué no me dijiste que el hijo de Razolnik te ha amenazado de muerte?

Aruno la miraba con los ojos azules muy abiertos debido a la sorpresa, y una fina línea le dividía el entrecejo. Oryana le había teñido el cabello hacía muy poco y el contraste entre su piel pálida y el color negro de sus rizos nunca dejaba de asombrarla. Ahora que estaba de pie frente a ella, se veía más alto y los largos entrenamientos con los Akeryos le habían fortalecido los hombros.

Ambos se encontraban en las cuadras. Una fuerte tormenta caía sobre la Torre Drona y sobre las islas.

Desde que fue nombrada una Hermana Akerya, Lenko Dunhsek se había convertido en su sombra y cuando ella pensaba que había desaparecido, allí estaba él, reprendiéndola con la mirada. Había intensificado la enseñanza de nuevas posiciones de ataque con el archa cuando ella estaba dispuesta. Y también cuando no lo estaba.

No perdonaba ninguna de sus ausencias y la única vez en que Oryana prefirió quedarse en su barbacana y dormir, porque el agotamiento la había vencido por completo, el Mercenario dobló la jornada de práctica al día siguiente, como castigo.

Lenko era igual de inflexible que Qasha.

Y también con ella debía ejercitarse todos los días. De hecho, había acudido a encontrarse con la guerrera para luchar, tal y como habían acordado, justo antes de ir a la cámara del comandante. Pero no era ella quien la esperaba en las cuadras, era Aruno.

—Qasha te lo contó — dijo sin atisbo de duda.

Oryana le había hablado a la guerrera sobre la amenaza de Razolnik, mientras practicaban un movimiento particularmente complejo con la espada.

—Casi no nos cruzamos últimamente — repuso él —. Tenía que estar seguro de que te encontrabas bien.

Aruno tenía razón. Eran muy pocas las ocasiones en que los dos se encontraban a solas y podían conversar, ya que Jyrok salía del castillo con sus guardias muy a menudo para realizar expediciones en las afueras de la muralla, y casi siempre se llevaba a Aruno.

De hecho, fue toda una sorpresa para ella cuando él regresó a la torre con la marca de la Hermandad en su brazo, y supo que Jyrok en persona le había impuesto su primer eslabón. Ahora portaba dos eslabones y Oryana no sabía qué había hecho para obtenerlos.

—No tendrías que recurrir a ella para saber sobre mí, si no estuvieras pegado a la sombra de Jyrok Dundok desde que sale el sol hasta que se oculta — señaló con mordacidad —. O si al menos me hablaras en el comedor.

Ella sabía que Aruno no seguía a Jyrok por voluntad propia sino obedeciendo sus órdenes, pero aun así, le dolía sobremanera que él pasara a su lado con los demás guardias y no la mirara en lo absoluto, como si no la conociera. Las pocas veces que se dirigía a ella, lo hacía de una manera cortante y brusca como si quisiera demostrarle algo a Jyrok y a sus hombres.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora