—¿Por qué no me dijiste que el hijo de Razolnik te ha amenazado de muerte?
Aruno la miraba con los ojos azules muy abiertos debido a la sorpresa, y una fina línea le dividía el entrecejo. Oryana le había teñido el cabello hacía muy poco y el contraste entre su piel pálida y el color negro de sus rizos nunca dejaba de asombrarla. Ahora que estaba de pie frente a ella, se veía más alto y los largos entrenamientos con los Akeryos le habían fortalecido los hombros.
Ambos se encontraban en las cuadras. Una fuerte tormenta caía sobre la Torre Drona y sobre las islas.
Desde que fue nombrada una Hermana Akerya, Lenko Dunhsek se había convertido en su sombra y cuando ella pensaba que había desaparecido, allí estaba él, reprendiéndola con la mirada. Había intensificado la enseñanza de nuevas posiciones de ataque con el archa cuando ella estaba dispuesta. Y también cuando no lo estaba.
No perdonaba ninguna de sus ausencias y la única vez en que Oryana prefirió quedarse en su barbacana y dormir, porque el agotamiento la había vencido por completo, el Mercenario dobló la jornada de práctica al día siguiente, como castigo.
Lenko era igual de inflexible que Qasha.
Y también con ella debía ejercitarse todos los días. De hecho, había acudido a encontrarse con la guerrera para luchar, tal y como habían acordado, justo antes de ir a la cámara del comandante. Pero no era ella quien la esperaba en las cuadras, era Aruno.
—Qasha te lo contó — dijo sin atisbo de duda.
Oryana le había hablado a la guerrera sobre la amenaza de Razolnik, mientras practicaban un movimiento particularmente complejo con la espada.
—Casi no nos cruzamos últimamente — repuso él —. Tenía que estar seguro de que te encontrabas bien.
Aruno tenía razón. Eran muy pocas las ocasiones en que los dos se encontraban a solas y podían conversar, ya que Jyrok salía del castillo con sus guardias muy a menudo para realizar expediciones en las afueras de la muralla, y casi siempre se llevaba a Aruno.
De hecho, fue toda una sorpresa para ella cuando él regresó a la torre con la marca de la Hermandad en su brazo, y supo que Jyrok en persona le había impuesto su primer eslabón. Ahora portaba dos eslabones y Oryana no sabía qué había hecho para obtenerlos.
—No tendrías que recurrir a ella para saber sobre mí, si no estuvieras pegado a la sombra de Jyrok Dundok desde que sale el sol hasta que se oculta — señaló con mordacidad —. O si al menos me hablaras en el comedor.
Ella sabía que Aruno no seguía a Jyrok por voluntad propia sino obedeciendo sus órdenes, pero aun así, le dolía sobremanera que él pasara a su lado con los demás guardias y no la mirara en lo absoluto, como si no la conociera. Las pocas veces que se dirigía a ella, lo hacía de una manera cortante y brusca como si quisiera demostrarle algo a Jyrok y a sus hombres.
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Reinos Oscuros, Libro I
FantasyPublicada en físico por UNIVERSO DE LETRAS, sello de la Editorial Planeta, también disponible en Ebook. Registrada en Derecho de Autor, Colombia. Kalyana, la joven princesa heredera de Sarkya se encuentra sumida en la melancolía por los trágicos suc...