Capítulo 26 🏹 El primer eslabón

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Las labores y obligaciones dentro de la Torre Drona mantenían ocupada a Kaly casi siempre y al borde del agotamiento.

Por órdenes de Jyrok Dundok tenía que limpiar y fregar todos los días, la barbacana donde dormía con Qasha, Kilya, Forek y veinticinco Akeryos más. Aruno, Rokken, Dervos, Buros y los demás ocupaban las habitaciones comunes en el mismo nivel pero al lado opuesto de donde ellos estaban.

También tenía que repartir la comida en el comedor común todas las noches y subir la cena hasta la cámara de Razolnik Tekkarum. Llevaba tres lunas encargándose de esa tarea y ni una sola vez había visto al comandante. Oryana se limitaba a llamar a la puerta de Ulkaro, entregar la sopa, el pan, la carne y una jarra de vino, uno de los guardias lo recibía todo sin decir una palabra y luego le cerraba la puerta en las narices.

Al principio fue difícil subir y bajar tantos peldaños todos los días y a pesar de que era una rutina, no lograba acostumbrarse del todo. Algunos días, el dolor en la pierna no la dejaba dormir y se esforzaba en no hacer ruido para que los demás no se despertaran. Hubo otros en los que se sentía incluso con más energía y vigor para recorrer los escalones de la Torre Drona.

Sin embargo, ella sabía que todo aquello estaba pensado por Jyrok y Ulkaro como un castigo. Cualquier mozo hubiese podido llevar la comida del comandante y no tardaría ni la mitad del tiempo que ella en subir los peldaños. Sus tareas en el comedor también estaban pensadas para que los demás guerreros y esclavos la tomaran por alguien inferior, pero ella no lo sentía ni lo veía de ese modo.

Había descubierto muy pronto que las raciones y la calidad de la comida eran distribuidas según la posición de cada uno dentro del castillo, igual que los niveles de los dormitorios. Así que, siempre que podía, repartía los alimentos de una forma equitativa.

Empezó quitando un poco de un plato para ponerlo en otro, ya que así, la disminución en los platos de los caballeros y guardias no resultaría tan evidente. Aunque sabía que aquello iba a traerle problemas más temprano que tarde, no soportaba ver la escasa comida que recibían los Akeryos que más trabajos desempeñaban dentro de la fortaleza, mientras que unos pocos privilegiados que sólo gritaban órdenes y se comportaban como los príncipes engreídos de algún reino, contaban con raciones hasta tres veces más abundantes.

Aunque las jerarquías establecidas en la Torre Drona ubicaban a Razolnik por encima de los demás guerreros, muy pocos podían decir que habían visto al comandante, de modo que la figura de más autoridad era su hijo Ulkaro, quien además de ser uno de los diez Mercenarios Dronos Nombrados, formaba parte del concilio privado. En él se tomaban las decisiones más importantes que atañían a las Islas Dronas.

Sólo el comandante, los Mercenarios Dronos y los consejeros podían estar presentes durante esos concilios.

Según lo que Oryana había escuchado decir a dos guerreros mientras les ponía la sopa caliente enfrente, los Mercenarios Dronos eran proclamados por los mismos Akeryos y ni siquiera el comandante mismo podía rehusarse a aceptar esa decisión, a diferencia de sus consiliarios a quienes sí podía elegir a plena voluntad.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora