Capitulo 11 🏹 Historias sobre el Norte

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—Lleva a esta doncella con un buen maestre, Qasha y envía un mensaje a Lenkal, de la Casa Boraank para recordarle el trato que, bajo las leyes del Rey Bastenon, debe tener hacia sus esclavos y sirvientes — ordenó Kaly a la guerrera del Pantano, mientras observaba con una expresión sosegada a la joven que tenía enfrente —. Se le hará saber también, que, por decisión de la princesa de Sarkya y segunda regente del Reino, tendrá que venir él mismo a dar cuentas del estado de su esclava Kalta.

La guerrera asintió y ayudó a la muchacha a levantarse mientras volvía a ceñirse el vestido sobre la espalda, cruzada de golpes y latigazos que aún no cicatrizaban del todo.

Kaly se encontraba en el Recinto Real, en donde Bastenon celebraba las audiencias y los consejos de regencia.

Como el maestre Menkel le había prohibido estrictamente ejercitarse en el patio de armas o tan siquiera levantar el arco, decidió encargarse de la larga lista de peticiones que tenían los campesinos, aldeanos, doncellas, mozos y desdichados del reino.

Xaro, Qasha, Irsa y Meriel, uno de los dos sacerdotes kandros que tenía la corte, estaban sentados a su lado en una de las mesas ornamentadas del inmenso salón. Según la costumbre, el regente debía estar acompañado de tres espadas blancas, dos consejeros cercanos y un sacerdote o hermano Kandro, nombrado en la fe.

Ella sabía que necesitaba a cada uno de ellos para propósitos distintos y confiaba plenamente en todos ellos, incluso en Xaro, Syndrio e Irok, las Espadas Blancas que hubieran azotado a Rokken bajo las órdenes de Bastenon si ella no le hubiese suplicado. El recuerdo lejano pero mordaz de la crueldad del Rey le escoció profundamente.

Sin embargo, el sacerdote se había convertido en una verdadera molestia y levantaba las cejas entrecanas repetidas veces con aire reprobador, cada vez que Kaly tomaba una decisión.

Para empezar, no había estado de acuerdo con que ella celebrase audiencia.

—Si me permite, mi señora, no considero prudente que reciba al pueblo todavía — dijo, interponiéndose en su camino, una vez que ella entró en el Recinto Real —. Sólo el Rey o la Reina regente tienen la autoridad de dirigir un consejo.

—El Rey partió hacia Anarkalia al amanecer, Sacerdote Meriel — replicó Kaly, presintiendo desde ese instante que aquel hombre enjuto iba a ser una presencia agobiante —. Me ha dejado su sello para firmar los manifiestos reales y la plena potestad para tomar decisiones sobre los imprevistos que surjan durante su ausencia.

—Aún así, mi señora — insistió, mientras caminaba a su lado tan cerca que le entorpecía el paso —. Usted tiene problemas de salud de los que debe preocuparse, y no hay que olvidar su ceremonia de coronación.

Kaly le dedicó una mirada cargada de coraje.

—De mi salud ya se ocupa el maestre Menkel, sacerdote, y le seré de mucha más ayuda a mi futuro esposo si conozco las necesidades del pueblo y los asuntos del reino — siseó con toda la cortesía que pudo reunir —. Todavía no me he casado con el Rey, así que la coronación puede esperar.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora