Capítulo 35 🏹 Promesa

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—¿Esperas que crea que las tribus y los guerreros atacaron Sarkya por su propia cuenta? — espetó clavando sus uñas en sus palmas mientras miraba al Rey que tenía enfrente con furia —. Son tus tropas y obedecen tus órdenes.

Oryana estaba sentada en un extremo de la mesa y Taluryo en el otro. Estaban separados por una distancia considerable que ella no iba a franquear. Las manos aún le dolían y tenía los nudillos rojos y con cortes luego de golpear a Taluryo con tanta furia, sin embargo, él apenas tenía un corte en la mejilla y la sangre, que al principio salía de su nariz y su ceja como un hilillo incontenible, ya se había detenido a pesar de que sólo habían transcurrido unos instantes.

—Es la verdad, Kal — el tono del Rey Levantado era torturado pero sincero —. Las tribus son rebeldes y a pesar de que los líderes me han jurado lealtad, saquear está en sus venas. Para cuando me enteré de que los guerreros habían atacado Sarkya ya era demasiado tarde.

Ella resopló con desdén.

—Cuando gobiernas, todas las acciones de tus súbditos son tu responsabilidad, Rey Taluryo — reconvino con dureza —. Todo líder sabe eso. Tú trajiste a las tribus Denhkar desde Oriente y ellos atravesaron el Ojo del Norte siguiéndote.

El joven Rey arrugó el entrecejo y pareció molesto.

—Hay más de quince mil hombres bajo mi mando y no puedo estar al tanto de lo que cada uno de ellos hace.

—¿Estás diciendo que no has podido lograr que los hombres que te han prestado juramento te obedezcan? — inquirió Oryana con sarcasmo — ¿Lo he entendido bien?

—Ya no eres una princesa y tus padres no están aquí para tomar las decisiones por ti — masculló severamente —. Estás al frente de una orden de más de diez mil guerreros Akeryos distribuidos por todo el mundo. En algún momento, alguno de ellos hará algo con lo que tú no estás de acuerdo y que contravenga los principios de la hermandad y tendrás que aprender a vivir con ello — razonó él en tono sombrío, pero su expresión ya se estaba suavizando otra vez, y miraba a Oryana con una serenidad curiosa —. El líder que encabezó el asedio desobedeciendo mis órdenes de permanecer en La División ya fue castigado, Kal, créeme.

—No vuelvas a llamarme así — bramó ella —. Soy Oryana Indarok y mi pasado como la princesa de Sarkya ha quedado atrás.

Los ojos grises de Lukan la miraron con tristeza.

—No te mientas a ti misma, Kal — dijo —. De haber dejado atrás tu pasado no habrías vuelto de las Islas Dronas y no estarías en este castillo hablando conmigo.

—He vuelto porque no podía permitir que el Rey Krovalon Saravenkot y tú se apoderaran del Norte.

Esta vez, fue Taluryo el que resopló.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora