Capítulo 30 🏹 El hijo correcto

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—¿Entonces, todos ustedes lo sabían? — Oryana estaba indignada y su voz se iba tornando cada vez más aguda por la furia — ¿Inyi, Kilya, Dervos y los demás, también lo sabían?

Aruno, Rokken y Qasha parecían apenados y bajaron un poco la cabeza, pero Lenko Dunhsek mantuvo la mirada en alto y el semblante imperturbable de siempre. Raden Wuros estaba cerca de su compañero y su expresión glacial de siempre. Oryana tuvo una visión fugaz de él segando dos cuellos y un brazo en el patio de armas el día de la ejecución, todo con una precisión impecable mientras su rostro moreno y anguloso permanecía inalterable.

Oryana sintió un escalofrío pavoroso. Nadie que hiciera enojar a Raden Wuros viviría para ver la siguiente puesta del sol.

Fue Aruno el que habló.

—Decidimos que no era seguro hablarte de nuestros planes de rebelión antes de haberlos consumado — dijo pacientemente. Los moretones que ella le había propinado aún se estaban curando, aunque eso no la hizo sentir mejor —. Jyrok y Ulkaro habían puesto guardias a seguirte y todos podíamos darnos por muertos si alguno de ellos llegaba a sospechar lo que tramábamos.

Oryana se dejó caer en una de las poltronas deliberadamente. Sarkyo había estado deambulando en la estancia y se tendió a sus pies cuando ella se sentó.

Se encontraban en la cámara de Ulkaro y ella tragaba aire bruscamente cada vez que alguien tocaba la puerta o entraba, porque imaginaba que era él o alguno de sus guardias. Era un acto reflejo que no la abandonaba, a pesar de saber que todos ellos estaban muertos.

La verdad es que deseaba salir de allí cuanto antes, pero tenía que esperar a los guerreros que debían traer las llaves de la habitación de Razolnik. La mayoría de los guardias y primeros guardias habían muerto y los que quedaban estaban en las mazmorras.

El destino de los prisioneros era algo que tenía que decidir y a lo que aún le daba vueltas. También estaba el concilio y la elección de los Mercenarios Dronos.

La rebelión había rasgado la Hermandad por la mitad y del concilio no quedaban más que tres miembros cuando antes eran casi diez. No había un número preciso de consiliarios, de modo que podía nombrar a dos o tres por el momento y elegir al resto después.

Sólo había cinco Mercenarios Dronos, Lenko y Raden entre ellos, y aunque en ese caso la elección de los cinco que faltaban no recaía en ella, sí tenía que presidir la ceremonia en la que los guerreros Akeryos los elegirían.

Sin embargo, el concilio era uno de los asuntos más urgentes, ya que Oryana no podía tomar sola todas las decisiones que concernían a la Hermandad, y necesitaba el consejo y el apoyo de Akeryos leales que conocieran las necesidades y costumbres mucho mejor que ella.

Razolnik Tekkarum aún estaba vivo y ella había aceptado comandar la Hermandad sólo hasta que él mejorara y estuviera en pie de nuevo. Ya había enviado algunos mensajes a Puerto Yermo, el Estrecho de la Doncella y a los Cerros Baldíos, en donde había algunos asentamientos Akeryos, con el fin de solicitar a un buen sanador que lo atendiera y contrarrestara los efectos de las Hojas del Beso. Hubiera sido más sencillo y rápido hacer venir a algún maestre, pero eso contravenía los preceptos y los guerreros no dejarían que ningún miembro ajeno a la Hermandad entrara en la torre.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora